Urge cortar círculos del infierno penitenciario


Editorial

Urge cortar círculos del infierno penitenciario

No se puede retomar el control de un sistema solo con una prisión, pero sí iniciarlo.

Tomando la metáfora del Infierno, de Dante Alighieri, en el poema La Divina Comedia, se puede afirmar que las vulnerabilidades, disfunciones, negligencias, omisiones y prácticas corruptas prolongadas a lo largo de varios gobiernos en el Sistema Penitenciario han excavado los círculos de una espiral de descomposición, descontrol e impunidad, similar al descenso relatado en dicho texto medieval. Pero, en contraste, quienes padecen los tormentos en Guatemala han sido quienes están afuera; es decir, los ciudadanos trabajadores.

El reciente desalojo de 225 reos y requisa total del Centro Penitenciario de Alta Seguridad Canadá, en Escuintla, más conocido como El Infiernito, ejecutado por autoridades de Gobernación, el domingo último, dejó al descubierto los efectos de largos años de descuido, ilegalidad y tratos subrepticios favorables a integrantes de pandillas que supuestamente purgan sentencia allí. Se subraya supuestamente porque tenían mobiliario, electrodomésticos, conexiones de internet, acceso a teléfonos fijos y celulares.

El hallazgo de Q184 mil en efectivo permite asomarse a los perversos incentivos generados por este infernal círculo de trasiegos, extorsiones y coordinación de actividades criminales, incluyendo órdenes de ejecutar a personas que no pagaban la exacción. Esta situación desdice el calificativo de “alta seguridad”, algo que las actuales autoridades de Gobernación intentan recuperar a través de la búsqueda total de indicios, demolición de paredes y remoción de pisos para confirmar la existencia de buzones con más ilícitos. Las mofas de netcenteros sobre el hallazgo de animales exóticos sin aludir al resto de decomisos es sospechosa, pues más allá de las animadversiones, la ciudadanía necesita el fin de estos bastiones delictivos en terrenos del Estado.

Por supuesto, se necesita la total reestructuración física y organizativa de esta prisión, con un modelo auditable, sostenido, integral, seguro para la ciudadanía y que constituya un verdadero disuasivo contra el crimen. Las sugerencias de ciudadanos y expertos coinciden en exigir la investigación de registros de llamadas entrantes y salientes de los teléfonos y chips incautados para completar el mapeo de nexos de fascinerosos, algo en lo cual las compañías prestadoras de servicio podrían brindar toda la colaboración. Lo mismo cabe decir de los historiales de búsquedas, chats y perfiles de redes sociales —muchos de ellos con nombres falsos— manejados desde esos dispositivos.

La investigación no puede ni debe dejar fuera al personal del Sistema Penitenciario. Es necesario recordar que incluso hay exfuncionarios de Presidios en prisión. Con el fuerte golpe de autoridad sobre este centro, es previsible que se produzcan intentos de represalia o motines en otros reclusorios, por lo cual se deben reforzar los protocolos de seguridad y el monitoreo de comunicaciones desde o hacia otras cárceles, ya sea por vía digital, mensajes en papeles u órdenes emitidas en las visitas.

No se puede retomar el control de un sistema solo con una prisión, pero sí iniciarlo. Es obvio que se necesita la ayuda de países amigos y de expertos en centros penales, aunque también de rehabilitación, para tratar de dar una oportunidad bajo estrictas condiciones. Guatemala ha sufrido demasiado por la falta de acciones sistemáticas en el ámbito carcelario, incluso de mandatarios que se decían expertos. Cerramos con la alegoría de Dante, según la cual a la puerta del infierno ya había ciertas almas castigadas: las de los inútiles y los indecisos, que con sus omisiones, inacciones e indiferencias causaron tanto daño como los criminales a su sociedad.



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