Simón Pachano: Progresismo reaccionario | Columnistas | Opinión


Comenzaron por la utilización del lenguaje políticamente correcto y así llenaron el texto constitucional con ciudadanas y ciudadanos, ecuatorianos y ecuatorianas, niños y niñas. No les importó la redundancia, tampoco las dificultades para la comprensión de un texto que debe ser de alcance general. Menos les preocupó la concordancia, como quedó constancia en la que debía ser una de las disposiciones básicas, la que está destinada a establecer la igualdad ciudadana, que invisibilizó a las mujeres: “Todas las ecuatorianas y los ecuatorianos son ciudadanos y gozarán de los derechos establecidos en la Constitución” (artículo 6). El lenguaje, por inclusivo que fuera, quedaba relegado a la superficialidad de las palabras, las que, como dice la canción, se van con el viento.

Esto concluyó la Procuraduría sobre el juicio político a Diana Salazar en su estado de embarazo

Como lo suyo es apropiarse, no tardaron en echar mano de las reivindicaciones feministas. Hablaron reiteradamente de la igualdad en las oportunidades y en las condiciones laborales. Consideraron un gran avance cuando en el gabinete ministerial hubo tantas o más mujeres que hombres, aunque llegado el show del sábado el jefe de todos los jefes se concentrara exclusivamente en las piernas de ellas y en el efecto benéfico que había tenido ese incremento de presencia femenina para la farra, las minifaldas y para lo bien que habían pasado en el gabinete itinerante.

En fin, se apropiaron de las palabras que necesitaban para decir –y sentirse– que son de izquierda…

El texto constitucional se llenó también de declaraciones de integración e igualdad étnica. Incluso inventaron una justicia indígena que nunca había existido (muy diferente a las formas ancestrales de administración de un único cuerpo de justicia nacional). Añadieron todas las igualdades posibles cuando establecieron como obligación ciudadana la de “Respetar y reconocer las diferencias étnicas, nacionales, sociales, generacionales, de género y la orientación e identidad sexual” (artículo 83.14). No importaba que el jefe insultara a un opositor llamándole Rumiñahui o que reprimiera manifestaciones de los indígenas y que persiguiera a la dirigencia de la principal organización étnica y le retirara el comodato del local que le había asignado algún gobierno de la odiada partidocracia.

Luisa González tildó de ‘show’ el anuncio del embarazo de Diana Salazar y la posible suspensión de su juicio político

En fin, se apropiaron de las palabras que necesitaban para decir –y sentirse– que son de izquierda o, como prefirieron autodenominarse después, progresistas. Pero la porfiada realidad siempre se encargó de demostrarles su profunda contradicción. A los ejemplos señalados se pueden añadir decenas de otros que sucedieron no solo en los largos diez años que estuvieron al mando, sino también en los posteriores. Pero se quedan chicos a la reacción que han tenido ante el anuncio del embarazo de la fiscal general.

Embarazo de Diana Salazar la aleja de elecciones de 2025 y abre debate en la Asamblea sobre cómo ejercer control político en estos casos

Dejando de lado la cloaca de las redes sociales que entran en temas escatológicos, debería sorprender que la primera en manifestar su ausencia de empatía como mujer (e incluso como madre soltera y como beata de alguna iglesia) haya sido la excandidata del borreguismo, que califica al embarazo como una maniobra. Las demás voces ponen el énfasis en la condición de negra y de mujer como factores negativos y le han aconsejado renunciar, ya que, según ese progresismo, es lo que una mujer debe hacer cuando está embarazada. Bueno, no se puede esperar mucho más de una recua que aplaudió a rabiar el gran sentido del humor de su jefe cuando dijo que la canción La quiero a morir es la del novio, porque la del marido es la quiero matar. (O)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *