Seudo líderes sin partidos y seudo partidos sin líderes


Catalejo

Seudo líderes sin partidos y seudo partidos sin líderes

Desde ya deben comenzar los cambios de las condiciones electorales. Hoy hay líderes sin partido y partidos sin líderes.

Es fundamental conocer la historia política guatemalteca posterior al inicio del período de elecciones cada cuatro años, iniciado con la creación en 1984 de la Constitución vigente. Esta se ha mantenido por 40 años, suficientes para permitirle a alguien nacido en esa fecha competir para la primera magistratura de la nación, hoy con un aumento poblacional de 7.8 millones de habitantes mayores de 20 años. Suman casi el 31% y son ciudadanos para quienes esa etapa de una supuesta normalidad electoral es la única conocida. Un cambio importante lo tuvo en el período 1983-86, cuando el quinquenio electoral de Vinicio Cerezo y Roberto Carpio Nicolle se redujo a cuatro años. El tema principal es conocer quiénes han gobernado y cómo han sido los partidos.

Desde ya deben comenzar los cambios de las condiciones electorales. Hoy hay líderes sin partido y partidos sin líderes.

Los últimos partidos en serio fueron el Revolucionario, representante de la revolución de 1944; el Movimiento de Liberación Nacional, de la derecha de 1954, y la Democracia Cristiana, 1955, centrista en Europa, pero calificada de izquierda en Guatemala. La violencia política acabó con muchos líderes y facilitó la participación de Cerezo, representante de lo nuevo ante figuras políticas identificadas con el pasado. Dicho criterio ha sobrevivido en casi todas las elecciones posteriores, cuando se votó en contra de alguien, no a favor de otro, y creció la abstención. Esto y dicho voto se repitió en las demás, sobre todo en las últimas tres, con un claro rechazo a Sandra Torres, presidenta de hecho en tiempo de Colom. Desde Cerezo se redujo la participación, hasta llegar a ser minoritaria: asistió a votar la mayoría de una minoría.

Uno de los errores más lamentables fue la disminución de las condiciones para la creación de partidos políticos. No son hoy entes de derecho público con ideología, sino hordas políticas seguidoras de un supuesto líder autonombrado y además rodeado de seguidores ansiosos de cambiar de estatus económico por la vía de la corrupción. Esta, aunque estuvo presente luego del derrocamiento de Árbenz en 1954, en la nueva etapa comenzó poco a poco hasta llegar a los increíbles niveles de Morales y Giammattei, sin duda los dos peores presidentes de período ya finalizado en nuestra historia, con mal nombre dentro y fuera del país. Los efectos de su irresponsabilidad muchas veces criminal cada vez son más evidentes, pero la cooptación del Estado impide actuar.

Guatemala es un país carente de partidos políticos y líderes reales. Nadie ha llegado a aplicar experiencia en beneficio de la población y del país, y no necesitan tenerla ni aprender nada porque su meta es otra. Un líder político necesita haber tenido una carrera de largo tiempo, no ser improvisado. A ello se agregan los “curuleros” del Congreso o los llevados a desempeñar cargos técnicos y de noche. Y por eso el Estado ha navegado a la deriva lleno de gente mañosa, como se dice popularmente. Quienes llegan con buenas intenciones y no se corrompen, pronto sólo les queda su retiro voluntario, en defensa de su nombre y del prestigio de sus familias, tema no tomado en cuenta por quienes se dedican a robar o se corrompen en forma cada vez más descarada.

El “pluri-dizque-partidismo” no beneficia al país. Las condiciones para crearlo, aspirar a la presidencia, una diputación o una alcaldía necesitan ser estrictas, así como los negocios entre familiares sanguíneos o políticos. Los árboles genealógicos de la política deben ser conocidos por ser necesarios para permitir una votación sobre mejores bases. Los negocios entre hermanos, cónyuges, sobrinos, constituyen un nepotismo cuyo castigo es obligado. Las circunstancias tienen algo de relación con las decisiones legales. Por ejemplo, para ser candidato, un militar debe esperar cinco años desde su retiro. Debe haber decisiones parecidas porque ya hay una, de alcance mayoritario: nadie puede aspirar a la presidencia si tiene menos de 40 años, una edad superior a la edad de la mayoría de adultos.



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