Rugidos de peluche | La Nación


Diay, resulta que estamos hechos unos jaguares, de los que rugen y relucen; los reyes de nuestras selvas. O, quizá, según verán, como los de peluche, a los que uno aprieta la pancita y hacen ¡grrrr! ¿Por qué andamos tan “jaguareados”? Porque en un mundo ávido de historias, a un analista económico internacional se le ocurrió una metáfora realmente notable por ingeniosa.

Recordemos que desde los albores de la humanidad las historias se cuentan mediante imágenes, y este señor vio un par de buenos años de crecimiento económico en Tiquicia, se rascó la jupa y recordó la metáfora de los tigres asiáticos, muy popular en las décadas finales del siglo XX, cuando Corea, China, Taiwán y Singapur crecieron a tasas superiores al 6 % anual, producto de una reconversión del aparato productivo (impulsada, a su vez, por políticas industriales y una robusta inversión pública) y el bienestar social de la población mejoró montones.

El analista, sin profundizar en el caso costarricense, comparó cifras de crecimiento (las nuestras, moderadas, no son cercanas a ese nivel ni son sostenidas en el tiempo), examinó algunos indicadores aislados, vio un paralelismo con esos países asiáticos y, bum, ¡tome, papá!

Anunció que esta arcadia da pasos de animal grande. Me enterneció su confianza. Esa buena historia cayó como anillo al dedo en un país desprovisto de recientes logros en desarrollo y en pleno pleito político interno, aunque con ínfulas de grandeza. De repente, terminamos discutiendo sobre felinos. Sin embargo, la vida real sigue impertérrita, ajena a tanta metáfora.

No está de más la pedantería de recordar que, a diferencia de los tigres asiáticos, aunque nuestra economía crece, retrocedemos en ámbitos claves del desarrollo humano. Rugimos, sí, pero como los peluchitos. No hay plata para carreteras ni vivienda social, recortamos en educación pública y la deuda estatal con la CCSS aumenta. No hay políticas industriales ni significativa inversión social, tampoco rumbo concertado del país, y la pobreza y la desigualdad no ceden.

Como que el jaguar anda chingo. Varguitas, ¿por qué anda usted de aguafiestas? Porque en el país tenemos una hermosa tradición: las mascaradas. Nos disfrazamos, gozamos mil, traemos cimarronas y nos echamos algunos “guapirolazos”. Pero todos sabemos que la giganta no existe y que el jaguar es de yeso. Estate, churristate.

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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.

Costa Rica ruge como un jaguar de peluche.

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