Enfrentado a los pobres resultados de su gestión, el presidente Rodrigo Chaves se sacó de la manga un nuevo truco para encubrir sus desaciertos y desviar la atención de las tribunas.
Tal vez no comprenda las complejidades logísticas y financieras de un referendo a mitad de su período, pero lo que sí debe tener muy claro es su potencial como elemento distractor.
Por eso, el 2 de mayo, preparó un show para ir a la Asamblea Legislativa apoyado por una comparsa y seguido en las redes sociales por una legión de troles.
Se suponía que debía rendir su segundo informe de labores. Sin embargo, utilizó el escenario para anunciar su intención de impulsar una consulta popular si el Congreso no aprueba proyectos de su interés.
Fiel a su retórica confrontativa, dijo que la decisión estaba tomada, pero que podría echar atrás si los diputados están dispuestos a comprometerse “de manera creíble” con una agenda legislativa del país y “no partidista”.
No solo es una amenaza contra el primer poder de la República, sino también una intención de usar el referendo como herramienta de revancha política.
Si no actúan como él quiere, entonces, que se atengan a las consecuencias, parece ser el mensaje de la rabieta de un gobernante desprovisto de capacidad de diálogo y negociación.
¿Qué propósito tiene ir a la Asamblea a echar más agua caliente a la olla hirviendo? Una hipótesis es que puede tratarse de una nueva estrategia de distracción.
Es decir, lanzar una cortina de humo podría resultar muy conveniente cuando se debe ir a un acto de rendición de cuentas con pocas cosas favorables para destacar y con muchas por resolver.
De hecho, durante su discurso, el mandatario evadió profundizar en cuestiones sensibles como inseguridad, brecha educativa, tipo de cambio, desempleo e inversión social. Pero eso sí, repartió culpas a diestra y siniestra.
Otra posibilidad es que se trate de una medida desesperada, en vista de los reiterados tropiezos en esta administración en su afán por apurar iniciativas sin sustento técnico ni legal, y sin la adecuada fiscalización.
Y, quién sabe, a lo mejor también ande en busca de generar un efecto polarizador antes de las elecciones. Sea esta última, las anteriores o alguna otra, hay muchas razones para sospechar de este disparate.
El autor es jefe de información de La Nación.