Rechazo unánime


EDITORIAL

Rechazo unánime

Desde 1981 no se registraba en EE. UU. un intento de magnicidio.

Presidentes y dirigentes políticos alrededor del mundo expresaron su total repudio al atentado contra el expresidente y ahora de nuevo candidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. El magnate sufrió una herida en la oreja derecha por una bala, en su mitin de Butler, Pensilvania. El propio mandatario estadounidense, Joseph Biden, su potencial contendiente por la Casa Blanca, deploró el suceso, que ocurre prácticamente a las puertas de la convención nacional del Partido Republicano, en la cual Trump será nominado candidato.

Desde 1981 no se registraba en EE. UU. un intento de magnicidio: el 30 de marzo de aquel año, el presidente Ronald Reagan recibió un balazo en el pecho. Sobrevivió. En 1968 fue asesinado a tiros el senador Robert Bobby Kennedy, aspirante a candidato demócrata y hermano del expresidente John F. Kennedy, ultimado en 1963. En mayo de 1972, el gobernador de Alabama George Wallace, segregacionista que buscaba la nominación presidencial demócrata, fue atacado por un individuo que le disparó. No murió, pero quedó hemipléjico. No fue designado candidato y posteriormente renegó de sus posturas intolerantes. En la historia de EE. UU. hay al menos 15 agresiones y atentados contra presidentes o aspirantes a la presidencia. Cuatro mandatarios han sido asesinados en el cargo.

Desde los minutos siguientes al atentado contra Trump se produjo un aluvión de opiniones, interpretaciones e hipótesis. Las más racionales y prudentes rechazaban toda agresión violenta contra cualquier persona por motivos políticos y demandaban una investigación certera. El resto de señalamientos son movidos por simpatía o aversión, pero sin mayor fundamento o justificación. Solo las pesquisas darán elementos.

“Tratándose de política, nada es casual”, dijo alguna vez el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, demócrata, quien por cierto también fue blanco de un atentado el 15 de febrero de 1933, a los pocos meses de haber sido electo. Giuseppe Zangara, un anarquista, le disparó, pero falló en el intento; no le dio al mandatario, aunque sí hirió mortalmente al alcalde de Chicago.

Las imágenes de Trump sangrante le dieron la vuelta al mundo y se la seguirán dando por el resto de la campaña. Según la correlación de sucesos, los políticos sobrevivientes de atentados reciben un bono de empatía pública y apoyo; con toda certeza, la nominación presidencial republicana estará reforzada por esta mezcla de indignación, orgullo y resiliencia que podría desde ya marcar un rumbo del proceso electoral que se anticipaba cerrado y polarizante, tal como el del 2020.

La fuerza e ingenio con la cual el equipo de Trump utilice el atentado puede relegar los temas de sus procesos judiciales, sobre todo ante los públicos y sonoros lapsus del presidente Biden. El mandatario insiste en poder afrontar la contienda, y el Partido Demócrata luce azorado por la aparente falta de liderazgos fuertes para competir contra el magnate y casi mártir. Hará falta ver los resultados de las pesquisas sobre la identidad, motivación o nexos del presunto atacante, abatido a tiros. En todo caso, es execrable todo uso de la violencia contra una voz política, sobre todo en el país emblema de la democracia, y aunque no sea la primera vez.



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