Real Madrid: Un traspiés en las cuentas de Florentino | Fútbol | Deportes



Nunca he compartido los elogios al nuevo aspecto del Bernabéu, que encuentro feo además de fuera de escala, con sus fachadas de los fondos hinchadas hasta agobiar las casas vecinas. Pero como la monumental obra, aún inconclusa, tenía como fin mejorar los ingresos del club para mantener abierto el acceso a los mejores jugadores del mercado, al menos sería útil.

A tal fin la obra se complementó sobre la marcha con la maravilla moderna del hipogeo, que permite plegar y guardar el césped cuando se desee, como un mantel en el cajón. Así se podrían celebrar, sin daño para el césped, macroconciertos y todo tipo de espectáculos que harían más rentable el recinto. Florentino anunció en la última asamblea que el costo se amortizaría a razón de 60 millones al año, pero que produciría una mejora en los ingresos que supondría más del doble de esa cantidad.

Pero no había contado con los vecinos. Ni él ni el alcalde, que hubiera tenido más obligación de hacerlo. Al fin y al cabo, no molestar a los vecinos es un principio de urbanidad y cortesía, pero evitar que se haga es una obligación de las autoridades.

Veinticinco partidos al año ya suponían una alteración de la plácida monotonía, pero el vecino lo toleraba por pura costumbre: el Madrid ya estaba ahí cuando ellos llegaron. Pero lo de los conciertos es otra cosa. Me sorprendió el orgullo casi provinciano con que se celebró que Taylor Swift venía acompañada de más de cien tráilers. Pensé lo que supone eso para el tráfico, desde dos días antes hasta dos después. Pensé que cuando hay fútbol todo consiste en que llegan dos autobuses, se bajan veinticinco muchachos de cada uno, juegan, se duchan y se marchan. Es otra cosa. Y otra cosa también el público. El de fútbol es en su mayoría habitual, va al campo como el que va a casa de un pariente, pasa allí dos horas y se marcha. El público de los conciertos no es lo mismo.

Y el ruido. Los conciertos exigen ruido. No el clamor esporádico del fútbol, sino el sonido lanzado a los cuatro vientos por amplificadores de última generación. Bajar el volumen, como se ha pretendido, les quita la esencia.

Los vecinos se han hartado de que el Madrid y el alcalde les dieran coba y constituidos en asociación han puesto una querella que la titular del 53 de Madrid, Mónica Aguirre de la Cuesta, ha admitido a trámite. La imputación es delito medioambiental. El administrador único del club está citado para el 24 de octubre.

Mientras, el Madrid tendrá que revisar sus números. Los 120 millones por año están en globo, pero los 60 de amortización de la obra son fijos. Más los nuevos costes del intento de insonorización. Por otra parte, Florentino tendrá que explicarse con Legends y Sixth Street, que le adelantaron (no sólo el Barça tiene palancas) 360 millones por el 30% de la nueva explotación del recinto, hoy en globo. Mientras, habrá que hacer frente a las multas por incumplimiento de los límites en los conciertos ya celebrados.

Salvo el milagro de que se consiga insonorizar el estadio, no se ve salida a esto. Y el Ayuntamiento se va a ver en problemas para explicar por qué autorizó esos conciertos con tanta ligereza. Al fin y al cabo, el interés del Madrid es el de sus socios, y sólo unos pocos vivirán en los alrededores; pero es obligación del Ayuntamiento proteger a toda la ciudadanía de los abusos de un vecino poderoso y molesto.

Me temo que Florentino, tan sobrado de adulación como falto de crítica, ha forzado las cosas hasta un límite imposible en una zona habitada por gente de franja alta, con medios y conocimiento para organizarse. La relación del club con el barrio siempre fue buena mientras unos cuantos días de fútbol eran largamente compensados por el prestigio que el Real Madrid aportaba a la zona. Pero esto que se plantea, que casi reduce el fútbol a segunda actividad tras los conciertos, tiene visos de desvarío.

Y, claro, el Madrid ha tenido que suspender los conciertos. Ahora, obra sobre obra, tratará de insonorizar el estadio, algo que según varios expertos consultados no parece viable. Se habla de cortinas pesadas en los vomitorios, de cierres de tramos abiertos de la fachada… Más obras, más camiones, más molestias y quizá ningún resultado.

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