Milei-Sánchez: una disputa inútil


Las relaciones internacionales se gestionan entre seres humanos. Siendo así, resulta evidente la necesidad de facilitar el trato interpersonal y para ello las reglas de comportamiento social son necesarias.

El asunto viene al caso con motivo del muy sonado y lamentable incidente que culminó -hasta ahora- en un feo intercambio verbal y retiro de la  embajadora española acreditada en Buenos Aires, aderezado todo ello por expresiones -de parte y parte- no consistentes con el nivel de las históricas relaciones entre Madrid y Buenos Aires.

Quienes  privilegian por encima de todo  el abordaje político-ideológico aprueban y hasta celebran el ácido intercambio cual si fuera  una toma de posición política. Este columnista tiene moderada simpatía por las posiciones que representa el señor Milei y consecuentemente alberga menos simpatía con el rumbo que el Sr. Sánchez viene dando a su gobierno. Sin embargo, estimamos que esa brecha, y sus consecuencias se hubiesen podido evitar o minimizar de haber todos los involucrados atendido a las costumbres de educación y protocolo comunes a dos países integrantes, ambos de la cultura occidental.

El viaje de Milei a España no fue una  “visita de Estado” según criterio protocolar sino la aceptación de una invitación formulada por una parcialidad política de la oposición española (VOX) para que fuese orador en un evento partidista celebrado en un amplio local con lleno total (o sea algunos miles de militantes de VOX) con la excusa de la presentación de un libro de la autoría del invitado.

Las expresiones vertidas por el argentino en su discurso público no parecieron apropiadas proviniendo de  boca de un Jefe de Estado  -más aún extranjero- abriendo así paso al recuerdo del mesías de Sabaneta, cuyas expresiones anotamos en nuestra columna de la semana pasada (“no pateo perro muerto” , “nos encontraremos con el cardenal Velazco en el Quinto Infierno”) y otras no menos insólitas como “aquí huele a azufre”, “métase aquello por el paltó” y otras que caracterizaron al verbo grosero e irrespetuoso que frecuentemente utilizaba el finado. Popularidad populista, sí obtenía. Pero en el camino dejó suficientes escollos que a la postre resultaron en el aislamiento del personaje y de nuestra Venezuela, disimulado tan solo por la generosidad de la chequera que ostentaba, la cual, sin embargo, no resultó suficiente para no tener que recibir el famoso «¿por qué no te callas?» espepitado nada menos que por la real figura de don Juan Carlos de Borbón.

Milei utilizó reiteradamente el calificativo de “cáncer” para describir al socialismo que -para bien o  para mal- es el signo político del actual mandatario. Tampoco ahorró traer a colación el caso de corrupción que se tramita en contra de la esposa del presidente del Gobierno español, ni dejó por fuera la crítica a los “días de reflexión” que el señor Sánchez se tomó para aplacar los ánimos de quienes -españoles- ponen de relieve la existencia de ese vicio internacional, como tampoco omitió piropo alguno para el sector político de la izquierda, que legal y legítimamente forma parte no menor del tejido político español. ¿Será eso “intervención en asuntos extranjeros”?

Los locales tampoco ahorraron en sus gentiles alusiones, llegando a sugerir que el pintoresco argentino pudiera ser consumidor de “sustancias raras” y otras menudencias que revelan también la escasa tolerancia de los que hoy detentan el Gobierno español dirigidas a un jefe del Estado extranjero que, aunque estuviese en visita privada, es el mandatario electo democráticamente de una nación que durante años ostentó el estribillo “de hija dilecta de España” y todo sea de paso, es la sede de algunas de las principales empresas e inversiones que hoy operan en la República Argentina.

Desde estas líneas reiteramos el respeto y algunas coincidencias con la ideología “libertaria” que encarna el presidente Milei, pero nos preguntamos cuál sería la reacción si un jefe de Estado extranjero desde el Poliedro de Caracas se hubiese permitido semejantes licencias que, insistimos, pueden tener efecto mediático, como en este caso, pero resultan en consecuencias finales que siempre es mejor evitar.

@apsalgueiro1

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