Los penaltis rescatan a Inglaterra, que alcanza la semifinal tras derrotar a Suiza | Eurocopa Alemania 2024


Como todo en Inglaterra ha sido inexplicable en este torneo, tal vez se pueda aventurar el absurdo de que Gareth Southgate, tan señalado, hubiera estado buscando una cierta redención fuera del juego, en la suerte de laboratorio de los penaltis, donde perdió la final de la última Eurocopa contra Italia en su casa de Wembley. Así alcanzó Inglaterra la semifinal, en la que le espera Países Bajos o Turquía, sin progresar en el juego, viéndose de nuevo cerca del precipicio por una Suiza con las ideas más claras y argumentos hasta el final de la prórroga, cuando Xhaka mandó al larguero un córner olímpico.

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Jordan Pickford, Kyle Walker, Ezri Konsa (Cole Palmer, min. 77), John Stones, Kieran Trippier (Eberechi Eze, min. 77), Kobbie Mainoo (Luke Shaw, min. 77), Declan Rice, Bukayo Saka, Phil Foden (Trent Alexander-Arnold, min. 114), Jude Bellingham y Harry Kane (Ivan Toney, min. 108)

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Yann Sommer, Manuel Akanji, Ricardo Rodríguez, Fabian Schär, Michel Aebischer (Vincent Sierro, min. 117), Granit Xhaka, Dan Ndoye (Denis Zakaria, min. 97), Remo Freuler (Zeki Amdouni, min. 117), Fabian Rieder (Steven Zuber, min. 63), Breel Embolo (Xherdan Shaqiri, min. 108) y Rubén Vargas (Silvan Widmer, min. 63)

Goles
0-1 min. 74: Embolo. 1-1 min. 79: Bukayo Saka

Penaltis:
Falla Manuel Akanji.
1-0. Cole Palmer.
1-1. Shaqiri.
1-2. Schar.
1-3. Mohamed Zeki Amdouni.
2-3. Trent Alexander-Arnold.
3-3. Jude Bellingham.
4-3. Bukayo Saka.
5-3. Ivan Toney.

Arbitro Daniele Orsato

Tarjetas amarillas
Schar (min. 31), Kane (min. 66), Widmer (min. 84)

Southgate, tan previsible como desesperante para los ingleses, mantuvo casi todo aquello con lo que se estrelló en 2021, todos los ritos del desempate, hasta meter desde el banquillo un lanzador en los últimos minutos. Aunque esta vez le dio a Trent Alexander-Arnold más tiempo que a Rashford y Sancho en Wembley. Entonces salió mal, en Düsseldorf acertaron todos sus tiradores, incluido Saka, torturado por aquella final, y Pickford adivinó el primero, el de Akanji, el central del City.

Así sigue adelante Inglaterra, de nuevo adormecida hasta que se vio sobre el filo, de nuevo con mecanismos rudimentarios ante el pánico, balones al área y córners celebrados como ocasiones de gol. Y así sigue también Southgate, que ligó su cargo a alcanzar el título, y que llegaba a los cuartos en el centro de las críticas. Bajo su mando, el equipo era peor que sus partes. No dejaban de aparecer sugerencias sobre cómo debería organizar a su tropa. Tanto giraron esas ideas, que se dio por hecho que rompería con el armazón que había establecido. Tanto se masticó aquello, que Southgate hizo algo asombroso.

El tipo más previsible del fútbol, según sus críticos, y también algún partidario, consiguió sorprender. Haciendo lo mismo. La federación inglesa entregó a la UEFA una alineación “táctica” con una disposición de piezas que respondía a las últimas murmuraciones: tres centrales (Walker, Stones y Konsa) y Saka como carrilero izquierdo, lejos de su hábitat natural arriba por la derecha. Si el partido de Inglaterra resultaba de la misma aspereza al ojo que los anteriores, al menos el experimento daría para entretenerse. Pero no. Cuando los futbolistas se plantaron en el campo, estaban donde siempre. Y eso, lo de siempre, fue la mayor enmienda de Southgate a sí mismo. Lo mismo fue también lo que mejor le funcionó, dentro de la planicie habitual.

Saka se quedó en su pasillo derecho, y desde allí fue lo más peligroso de Inglaterra, lo más imprevisible del previsible Southgate. El extremo del Arsenal se pareció bastante a eso: al extremo del Arsenal. Un bailarín indescifrable para Aebischer y Rodríguez, incluso cuando se iban a por él en pareja. Saka exhibía juego de pies, swing de cadera, y se escapaba al área. Y ahí se disolvía su empeño: tampoco le leían sus compañeros, que no acudían al pase atrás.

Por lo demás, Inglaterra era idéntica a la Inglaterra de la Eurocopa, enredada con la pelota. No produjo ni un tiro a puerta en toda la primera parte. La grada se conformaba con los destellos de Saka y los momentos en que Bellingham estiraba su tranco largo. Pero nada: burbujeo fugaz.

Suiza vivía con pocas inquietudes. Ni se sentía amenazada ni necesitaba amasar la pelota para acercarse a Pickford. Xhaka, expulsado de la Premier y revivido con Xabi Alonso en el Leverkusen, ordena con el pase, y también después de soltar el pase. Es un director de orquesta que entrega la pelota y, con el brazo extendido, las instrucciones de qué hacer con ella. El equipo orbita alrededor de la sociedad que forma en el centro con Freuler, de la que emana el juego: fogonazos a los extremos, muy poca retórica, siempre al acecho de carreras al área.

El avance del cronómetro dejaba claro que la solución del atasco inglés no era la paciencia; ese camino conducía al amontonamiento, a cierta languidez. A medida que maduraba Inglaterra, Suiza encontraba más oportunidades de correr a la contra, más ratos cerca de Pickford. Embolo remató dos veces desde dentro del área a las manos del portero cuando el equipo de Southgate aún no había acertado a tirar a puerta.

Como tampoco lo había hecho cuando Schär encontró en el área a Ndoye, que se giró y metió un pase cruzado a esa zona mortal entre los defensas y el portero. Stones lo desvió un poco y el rechace lo cazó al segundo palo Embolo, que empujó el gol y desató la reacción de Southgate. Tres cambios de golpe: Palmer, Shaw y Eze; por Mainoo, Trippier y Konsa. Es difícil decir que fue fruto del espasmo del técnico, pero dos minutos después de esa pequeña revolución, y solo cinco más tarde del tanto de Embolo, empató Inglaterra.

El gol resultó una sorpresa tipo la falsa alineación de Southgate. Marcó Saka desde su sitio, la ubicación que no iba a ser la suya, pero en la que ha deslumbrado en la Premier. Desde la derecha soltó un zurdazo cruzado al palo más alejado. Un gol como los del extremo del Arsenal firmado por el extremo del Arsenal. El primer tiro a puerta de Inglaterra. El único en 90 minutos.

A Inglaterra el arreón solo le alcanzó para llegar a la prórroga. Y por poco: ya en el añadido, cuando Ndoye se disponía a cabecear en el segundo palo, Embolo rozó el centro y desactivó el peligro. Se libró ahí, se libró en la prórroga, y salió viva en los penaltis que la habían atormentado.

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