La razón del Sinart | La Nación


A finales de la década de los setenta, se creó el Sinart con un objetivo claro y relevante de usar la radio y la televisión para la educación y, tangencialmente, el entretenimiento.

No existiendo otros medios de comunicación (por ejemplo, la internet), era un mecanismo para llevar la educación a todos los rincones del país. Como muchas otras instituciones, el Sinart perdió el norte, o peor aún, lo quisieron utilizar con un fin distinto: publicidad millonaria con extracostos bajo el control del gobierno.

Hoy vemos con gran tristeza una institución que todavía podría cumplir su objetivo original; sin embargo, se encuentra en un estado de quiebra técnica y se va a proceder a la liquidación de una gran cantidad de funcionarios y compensar a otros que fueron ilegalmente despedidos.

Hemos visto con datos durísimos del último informe del Estado de la Educación resultados de los jóvenes costarricenses que reflejan la pésima situación educativa y el ministerio a cargo se ha negado a brindar los resultados de las evaluaciones que los mismos expertos desacreditan, pero que por su actuar no dan para nada buenas señales.

Lo mismo sucedió con las evaluaciones del idioma inglés, tanto que la Universidad de Costa Rica tuvo que donar su trabajo para realizar un verdadero estado de la educación.

Hace pocos días, estuvo en el país la catedrática sueca Inger Enkvist, eminencia en educación, quien explicó la importancia de los maestros, la dignidad salarial y el estatus social que merecen; además, señaló que la labor debe atraer a los mejores y destacó una gran preocupación por la falta de vocación por la lectura.

Viendo todo lo anterior, sugiero recobrar la razón de ser del Sinart, que además creó una revista y una plataforma digital, para utilizar esos medios como herramienta para la educación y el apoyo a los docentes. A manera de ejemplo, pertenezco a una generación que aprendió más rápidamente a deletrear gracias al programa Plaza Sésamo, y debo reconocer que en la actualidad se transmiten programas muy interesantes y respetados, como Los pequeños Einsteins, que sirven para motivar a los chicos hacia las áreas de las STEM.

Como este, debe haber muchos otros, lo que hay que hacer es cambiar de paradigma o, más certeramente, regresar a los orígenes.

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La autora es politóloga, miembro del Advisory Board del Wilson Center en asuntos para América Latina.

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