Jorge Valdano, el poder del intelecto | Columnistas | Deportes



Los organizadores del Pro Summit 2024 me encargaron entrevistar a Jorge Valdano. No lo dudé dos veces. Así se lo confirmé al presidente de Liga Pro, Miguel Ángel Loor, quien insistió en que fuera sobre todo una charla magistral. Tampoco dudé que iba a tener esa característica, por el bagaje de conocimientos que tenía el personaje. El tema: el rol del líder en la industria del fútbol, que por cierto está en vigencia y con varias aristas, considerando el axioma indiscutible: el fútbol, hoy en día, es un juego globalizado e infinito.

Inicié preguntándole a Valdano, aprovechando su experiencia en el Real Madrid, considerando el espacio de 70 años, cómo se puede diferenciar el liderazgo de estos dos personajes de la historia merengue: Santiago Bernabéu y Florentino Pérez. Valdano diferenció las épocas, pero lo explicó en una frase elocuente: “Hace poco tiempo se le preguntó a Pérez la razón de ser tan exitoso. Lo explicó así: seguir el ejemplo de Bernabéu”.

Entre mis inquietudes recordé parte de la introducción de su libro Los once poderes del líder. Hablaba de una vivencia de aquellos partidos improvisados, a los once años, en el campito de una iglesia. Le habían para ajustar la comunicación, nociones de superación personal, solidaridad, competitividad, reparto de papeles, trabajo de equipo, tolerancia y cultura de esfuerzo.

Ante este abanico de virtudes, le consulté si ese paradigma es un privilegio intrínseco de muy pocos y si es factible transmitirlo a chicos de esa edad. Mencionó que sí es posible, porque el carácter lo puedes germinar a temprana edad, y se puede reproducir con el ejemplo.

Un tema crucial en cuanto a liderazgo es la credibilidad indiscutible que otorga el conocimiento. Al que sabe se lo respeta, y desde la perspectiva ética se puede obtener autoridad moral. Esa concurrencia garantiza una trayectoria impecable. Por supuesto, le pregunté cuánto afectó la caída de tantos líderes de la dirigencia (entre comillas) cuando el FIFAgate los desenmascaró.

Valdano ripostó alegando que por ese aspecto el fútbol es infinito. Los líderes de verdad, que han honrado su profesión y la devoción de los aficionados por el fútbol, sirvieron para cicatrizar esas heridas, sin descuidar el factor de la esperanza. El líder debe estar preparado para convertir el sueño en realidad, porque desde la esperanza y el optimismo se apuntalan los objetivos.

Dicho esto, le consulté: ¿los líderes deben someterse a una guía filosófica, tener manual de técnicas de confrontación en tiempo de crisis, para enfrentar las amenazas? Y así contestó: “Hace poco asistí a una conferencia de David Konzevik (gurú de empresas líderes en el mundo), que dijo: ‘El arte de gobernar en una dictadura es el arte de manejar el miedo, y el arte de gobernar en democracia es el arte de manejar las expectativas’. En pocas palabras, un gran talento sabe identificar prioridades”.

Aproveché la oportunidad de expresarle a Valdano que en mi opinión la experiencia empresarial, que sin duda incluye la industria del fútbol, es la eventual lucha entre el control y el poder. Existen líderes que suelen monopolizar el control porque piensan que el control con delegación puede provocar el riesgo de que terceros asuman responsabilidades y así se podría debilitar su liderazgo.

Valdano fue firme al mencionar que el líder debe asociarse con colaboradores que encuentren anticuerpos, que sepan imponer sobriedad ante la indiscreción, normas frente a la indisciplina y ante el individualismo un proyecto colectivo sostenible.

Cuando llegamos al tema del poder de la pasión, advertí que en Valdano se empoderaba de un sentimiento profundo que el fútbol se lo entregó a él, o quién sabe si él lo entregó al fútbol. Dijo que el talentoso siempre ha necesitado energía, y no existe mejor energético que la pasión. Puso un ejemplo: dijo estar convencido de que si Pelé o Diego Maradona iban a una fiesta ataviados con un impecable esmoquín, que si de un modo imprevisto alguien les lanzaba un balón embarrado de lodo, el instinto de ambos habrá hecho que pararan con el pecho. La pasión le habría ganado a la compostura exigida por la etiqueta.

La pasión tiene la virtud de ser contagiosa. Le requerí una ampliación sobre este pensamiento que encontré en uno de sus libros: “El fútbol es un juego emocionante, que sin embargo no tiene corazón”. Le argumenté que, desde mi punto de vista, el fútbol es un arte por su estética, pero que es atemporal por la querencia, la emoción y el sentimiento de las grandes mayorías.

Valdano cree que la industria del fútbol se ha convertido en un negocio planetario y que, en ese proceso con tantas variables, hoy el balompié es un juego de pobres que mueve una industria de ricos. El dinero no es romántico.

En ese momento, el discurso aterrizó en la parte más sensible del conversatorio. Le pregunté qué pensaba él durante los 25 metros que avanzó para enfrentar al portero de Alemania para hacer el segundo gol de Argentina en la final del Mundial de México 1986. Valdano lo contó así: “Tenía en mi mente el himno del gol, que se lo canta cuando la pelota reposa en la red, pero sobre todo lo que debían estar soñando millones de argentinos en esos cruciales segundos”.

Sobre el poder de la palabra, insiste Valdano en que el líder debe saber comunicar. Es imperativo que las palabras suenen más cercanas, asequibles y atractivas. Le pregunté por qué César Luis Menotti, con su discurso, tuvo el don de convencer. De su entrenador en España 1982 dijo: “Porque siempre fue un hombre de convicciones profundas y con fuerza seductora en sus discursos. César sabía que si se habla en voz alta, sin ninguna idea clara, es solo ruido lo que se dice”.

También toqué con el campeón del mundo este tema: el periodismo de antaño (creo que hoy se ha modificado la esencia del oficio), porque, para mí, los periodistas de antes eran eruditos y empleaban recursos literarios. Me hice eco del criterio de Jorge Barraza, quien sostiene que el fútbol está sobreanalizado, porque hay cientifismo y seudointelectualidad para comentar el juego. Valdano fue terminante: “El juego que amamos no se mide. A los que no se obsesionan con la táctica, los sabios que hablan como Cantinflas los llaman desactualizados”.

Del poder del vestuario, tema que algunos consideran un mito, Valdano sostiene que sí existe y lo compara con un templo de supersticiones paganas. Al poder del vestuario lo diferencia del liderazgo técnico, que prima en el partido en sí, y del moral (en el camerino del Santos de Pelé mandaba Zito). ¿Quién tenía el poder del vestuario de esa Argentina en 1986? Dijo que era un liderazgo compartido, por supuesto, por Carlos Bilardo como DT, pero que Maradona tenía un discurso apasionado, vehemente.

Marcelo Trobbiani me confesó alguna vez: “Maradona tenía un mensaje emocional, que te hacía estremecer, pero el líder del vestuario era Valdano. Él tenía la frase necesaria para el momento oportuno”. No lo dije en el conversatorio.

El corto tiempo impidió hacer más consultas. Será para una nueva oportunidad, si el destino así lo permite. Me quedé convencido de que Valdano es un personaje universal. (O)

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