Huida hacia adelante | La Nación



No sé si ustedes han oído la expresión “huir hacia adelante”. En términos generales, significa insistir en un curso de acción cuando la realidad indica que no es viable. Como cuando, en plena mala racha, una persona sigue apostando para resarcir pérdidas con un tiro de suerte… y sigue y sigue.

Los motivos para una huida así pueden ser muchos: tapar una debilidad, enredar un pleito, encomendarse a la buena fortuna. Motivaciones aparte, lo importante es entender que quienes lo hacen requieren aparentar que tienen la iniciativa y el control de la situación, pues necesitan que otros les crean y, en consecuencia, se aparten del camino. Que, por las razones que sean, les dejen cortar rabo y oreja.

En eso, creo, anda el gobierno al plantear lo del referéndum. Pareciera que está en ofensiva, pues proyecta una imagen de fuerza al pedir quitar competencias a la Contraloría, denunciar el sistema político y convocar al pueblo soberano. Sin embargo, pienso que es una huida hacia adelante. No analizo la constitucionalidad de su propuesta, ni tampoco si es una maniobra de distracción para evitar rendir cuentas, pues hoy me interesa el análisis táctico del ajedrez político.

¿Cuán fuerte es la posición gubernamental? Retórica aparte, es objetivamente débil. En cierto sentido, el gobierno es un “ya fue”: no tiene éxitos en entregas de bienestar al pueblo, le queda un solo ciclo presupuestario pendiente, arrió la bandera en temas que le darían mucho rédito, como la seguridad o la educación, y está empantanado en un conflicto de poderes. Cierto que la mitad de la población lo evalúa favorablemente, pero no es una mayoría y es, además, un apoyo inorgánico. Un presidente que no puede reelegirse va de salida.

El asunto ahora es si el resto de las fuerzas políticas le “compran” la jugada. Creo que el gobierno olió bien la inseguridad de las oposiciones. Aunque objetivamente están mejor posicionadas, pues siempre es más fácil criticar que gobernar y, además, pueden bloquear el referéndum, subjetivamente tienen miedo de la popularidad presidencial y no saben qué hacer. Así, se juntan el hambre con las ganas de comer: el presidente huye hacia delante para esconder su debilidad y la confusión opositora le impide ver su fortaleza. En ese sentido, movió ficha con astucia: amenazó con la vaina vacía y en la Asamblea Legislativa varios andan con el ruedo roto. Veremos qué pasa.

[email protected]

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *