Hernán Pérez Loose: Desafío de la institucionalidad en el Ecuador | Columnistas | Opinión



El Ecuador es una nación estancada, es un país inerme. Una sociedad paralizada. Este año las previsiones más optimistas de las instituciones internacionales es que la economía crecerá al 0,1%, es decir, nada. Esto tendrá unos efectos gravísimos en el empleo y en el ingreso. No nos llamará la atención si hacia fines de este año volveremos a escuchar de más impuestos.

Por su parte, la inversión privada es prácticamente nula. Pero no habrá forma de salir de semejante estancamiento si no hay un compromiso serio de institucionalizar el país. La razón es simple. Una y otra vez está comprobado que el desarrollo económico sostenible –uno que genere, por ejemplo, un crecimiento del 7 por ciento durante una o dos décadas– solo es factible en la medida en que una nación se institucionalice. Mientras eso no suceda no habrá salida.

Total en el golfo

Institucionalizar al Ecuador pasa, entre otras cosas, por fortalecer la independencia de los órganos públicos, por desterrar la injerencia política en la justicia, por someter al Estado al imperio de la ley y no a los caprichos humanos. El Ecuador no quiere ni debe regresar a los tiempos de la “década robada” en la que los jueces eran manipulados por el Ejecutivo o por los capataces de ciertos partidos, ni al manoseo clientelar de los fondos públicos, ni al jineteo del poder político sobre los órganos rectores de las elecciones, ni al reinado del miedo y de la persecución como forma de hacer política.

Ello simplemente nos condenaría a un atraso económico, social y ético intolerable. Ya tuvimos bastante de eso. Ya lo vivimos por más de una década. Y no funcionó. Lo único que nos trajo fue la instalación del régimen más corrupto de nuestra historia, el haber entregado el Estado a las mafias y haber sembrado un escenario de inseguridad jurídica aberrante.

Cifras clave sobre población

Los centros financieros globales –de quienes dependen, al final del día, las inversiones de las multinacionales– consideran al Ecuador como una nación donde la vigencia del estado de derecho o del llamado “rule of law” parece una ilusión; y por lo tanto de altísimo riesgo. No es por un simple azar que una compañía de la reputación de la francesa Total haya preferido invertir en la exploración y explotación del gas del Golfo de Guayaquil a través del Perú, y no desde nuestro país. Cómo estaremos de mal en el Ecuador que la inversión extranjera prefiere instalarse en un país tan conflictivo e inestable como nuestro vecino del sur para explotar un recurso que es compartido con nosotros. Un reciente libro escrito por el ex primer ministro de Armenia, Armen Sarkissian, The club of small states (Hurst, 2023), da cuenta de las estrategias que siguieron 13 Estados relativamente pequeños para fortalecer sus capacidades internas y poder enfrentar los retos internacionales que se avecinan. La mayoría de ellos con una población casi igual a la del Ecuador y curiosamente con menos recursos naturales. Nuestras élites están muy lejos de adoptar una visión similar a la de esas naciones. Si se persiste en apostarle al modelo caduco del caudillismo y autoritarismo, donde priman los intereses personales y de grupo, y no una visión de país, de poco servirán tener informes presidenciales cada seis meses. El país demanda que los actores políticos estén a la altura de estos desafíos. (O)

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