Gusano barrenador y un decreto inconveniente


El gusano barrenador es un problema de salud pública con efectos económicos, sociales y ambientales. Costa Rica enfrenta una epidemia que ya se cobró la vida de una mujer de 19 años en Guanacaste y seis personas reciben tratamiento.

La causante es la mosca Cochliomyia hominivorax, que deposita cerca de 200 huevecillos en una herida y, 12 horas más tarde, las larvas eclosionan y migran hacia el interior de los tejidos del hospedero, donde causan graves heridas, denominadas miasis, en forma de cavernas. La gravedad depende del sitio afectado.

El 14 de julio del 2023, el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) reportó el primer caso de gusano barrenador en un perro, cerca de la frontera con Panamá. Fue el primer reporte en más de dos décadas, desde que había sido erradicado desde Panamá hasta el norte del continente.

El problema estaba contenido por el tapón del Darién, pero los movimientos migratorios rompieron el sello de contención y la mosca encontró su paso. Es un ejemplo de un problema transfronterizo mal gestionado.

El gusano barrenador ataca a animales de sangre caliente, por ende, el rango de hospederos potenciales es inmenso. Los casos documentados por el Senasa alcanzan los 2.300, en bovinos, equinos, caninos, felinos, suinos (cerdos, saínos, etc.) y otras especies en todo el país, pero existe una cifra críptica.

El gobierno firmó el 7 de febrero el decreto que declara estado de emergencia sanitaria para prevenir, controlar y erradicar la propagación de la enfermedad del gusano barrenador. Fue el paso correcto, sin duda.

No obstante, paradójicamente, sigue en pie el sistema de rastreabilidad del ganado bovino, que entrará a regir el 25 de julio y todo bovino deberá estar identificado y registrado oficialmente en un período de 18 meses.

¿Dónde está la incongruencia? Para la trazabilidad, que significa tener certeza de dónde se produjo el trozo de carne, queso, leche o huevo que consumimos, y cuál fue su cadena de producción, primero debe identificarse a cada animal, especialmente a los mamíferos, y a las parvadas, sobre todo a las aves de corral.

El decreto obliga a que los bovinos sean identificados y registrados en un sistema de información para salvaguardar la salud pública y evitar problemas de robo y hurto de ganado.

Uno de los componentes peligrosos del decreto es la exigencia de colocar un arete en cada oreja del animal. Cada arete causa una lesión sangrante, una posible miasis por gusano barrenador. La situación es más riesgosa para el ganado bravo, ya que en el proceso de perforación la oreja del animal podría desgarrarse.

La trazabilidad, en este momento, no tiene sentido ni técnico ni científico. Muchos expertos han manifestado su oposición y han solicitado que se posponga mientras se controla la epidemia de gusano barrenador y se encuentran opciones de identificación menos problemáticas.

No es tarde para que el ministro y el gobierno escuchen las recomendaciones con el fin de prevenir que una decisión política tenga efectos devastadores para los ganaderos y el país. Como dice la sabiduría popular, “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.

Estamos hablando de casi 1,5 millones de bovinos en riesgo. Además, otras especies de sangre caliente, domésticas o silvestres, que sufren lesiones por su naturaleza o debido a prácticas culturales, de manejo o sanitarias.

Un simple rasguño en un venado o una inyección en una vaca son oportunidades para la mosca. Por eso, la parasitosis en animales domésticos de sangre caliente, incluidas las mascotas, aumenta día a día; y se desconoce lo que ocurre en sistemas silvestres. Debemos agregar, tristemente, a las personas infectadas.

El impacto económico del gusano barrenador es producto de múltiples causas: la muerte del animal, especialmente si es joven, la pérdida de peso del ganado, la reducción en la producción de leche y el valor comercial de los productos, como los cueros, por ejemplo.

Los costos de producción aumentan debido a los tratamientos curativos y la aplicación de drogas preventivas.

Aunado a lo anterior, los costos operativos de monitoreo y medidas preventivas en hatos y granjas se incrementan. En el caso de los bovinos, la movilización y el manejo constantes de los animales para realizar el monitoreo inducen una baja en el rendimiento productivo e incrementan, contradictoriamente, el riesgo de lesiones que atraigan a la mosca.

Una actividad de gran impacto es el comercio internacional: las regiones afectadas por el gusano barrenador afrontan restricciones comerciales debido a las preocupaciones sanitarias, y suelen limitar la exportación de ganado y productos derivados, cuyas consecuencias en la economía local y nacional son devastadoras.

Por otra parte, el uso de insecticidas con cierta toxicidad altera los ecosistemas, dañando incluso a las abejas polinizadoras y los ambientes del suelo y el agua. Para empeorar el cuadro, muchos de estos productos son inútiles contra las larvas.

En suma, de mantenerse el decreto tal como fue firmado, no solo podrían ocurrir más muertes de personas, sino también inducir pérdidas productivas, económicas y ecológicas.

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El autor es médico veterinario, profesor de Epidemiología en la UNA y la UCR. Ha publicado aproximadamente 140 artículos científicos en revistas especializadas.

Los casos de gusano barrenador documentados por el Senasa alcanzan los 2.300.

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