Fotos: Seis familias felices que conviven con perros mestizos



Rayo y Gina son los niños mimados en casa de Lucía

A casa de Lucía Uguina el primero en llegar fue Gina. Lo hizo en un momento muy difícil para ella y sus padres, ya que, según relata Uguina, su abuela acababa de fallecer y su madre pasaba por una depresión muy fuerte por ello. “Siempre habíamos tenido un peludo en la familia así que decidimos adoptan a una perrita” cuenta.

Querían que fuera hembra de al menos uno o dos años de edad y, al visitar la protectora de animales, la encontraron sola y triste debido a que se acababan de llevar adoptado a su hermano, así que no lo dudaron. “Fue una adaptación dura y lenta pero al final encajamos muy bien y, un año después decidimos adoptar de nuevo, esta vez a Rayo, con quién Gina se puso a jugar en el refugio”, agrega.

No obstante, Rayo llegó a su nuevo hogar con mucha ansiedad aunque, por suerte y en contra de lo que le recomendaron varios etólogos, la familia de Uguina no dudó en trabajar con él, armarse de paciencia y no plantearse el devolverlo a la protectora. “Era agresivo y muy difícil de manejar pero conseguimos que se convirtiera en el terroncito de azúcar que es hoy por hoy”, cuenta orgullosa Uguina.

Con diez y once años ya, la joven recuerda que poco les importaba a ella y a sus padres que los perros fueran de raza. “Hay muchas veces que los perros negros, al igual que los gatos, no son adoptados y, en el caso de Rayo, quisimos darle esa oportunidad”, comenta. “La raza no es relevante, el cariño es el mismo con o sin pedigrí”.

CEDIDA

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