Esto avanza


Editorial

Esto avanza

El tema ambiental ha sido tomado de manera superficial durante demasiado tiempo.

Con esa frase, en voz de un leñador, comienza el cuento La ciudad, del autor alemán-suizo Herman Hesse (1877-1962), premio Nobel 1946, en el cual se narra la construcción de una pequeña comunidad de viviendas, que deviene en pueblo y después en gran ciudad. Sin embargo, el deterioro social e institucional conduce a una etapa de decadencia que concluye con su paulatino abandono, hasta que la naturaleza, al cabo de solo unos cuantos cientos de años, se apodera de las estructuras artificiales. Toda clase de vegetación crece en aquel lugar otrora pleno de actividades humanas que no tomaron en cuenta criterios de sostenibilidad.

Es una simple fábula. Sin embargo, las crecientes alteraciones climáticas, la falta de acceso al agua potable y la paradójica contaminación de ríos, lagos y manantiales con basura y desagües parecen reproducir el deterioro relatado poéticamente, con la diferencia de que los daños son reales, cada vez más graves, con consecuencias que alcanzan a más personas, pero sociedad y Estado no reaccionan. Pero el problema avanza.

El tema ambiental ha sido tomado de manera superficial durante demasiado tiempo y las advertencias de científicos han sido relegadas bajo otras aparentes prioridades. Los proyectos de reforestación efectivos son escasos, pues muchos no toman en cuenta la pertinencia biológica de las especies plantadas; tampoco hay un seguimiento para proteger a los jóvenes árboles, que al cabo de pocos años corren riesgo de ser arrasados por alguna urbanización aprobada en circunstancias aviesas o en uno de tantos incendios deliberados o “accidentales”. Y la destrucción avanza.

Los incendios del volcán de Fuego exhibieron ante un masivo público los estragos del fuego. Mamíferos, aves, reptiles, batracios y árboles centenarios fueron pasto de las llamas. La esperanza es que se recupere la cobertura forestal, pero ello no será rápido. Pero allá en la Biósfera Maya, lejos del público, pero no por ello menos real, más de 466 kilómetros cuadrados de selva quedaron destruidos durante los incendios de este año. Habrá casos accidentales, pero la mayoría tiene mano criminal detrás. Pero allí también la impunidad avanza.

En estos días, las fuertes lluvias causan estragos en varias regiones. En cuencas atravesadas por carreteras se registran cada vez más socavamientos. Urge reparar esos tramos, pero nadie habla de la pérdida de suelos forestales que propicia tales crecidas y los desbalances lluviosos. La destrucción ambiental es un costo de oportunidad que cada año se hace más caro y prolongado de compensar. Y ello por no mencionar la pérdida de biodiversidad, que cierta gente ve como una cuestión secundaria, sin caer en la cuenta de que el ser humano también es parte del ecosistema y depende de él.

Guatemala es un país bendecido, con una fuerza biológica resiliente y recursos ambientales agredidos por la ignorancia, la negligencia y hasta las necedades de autoridades que, por ahorrar dinero, no quieren tratar las aguas servidas, pero ofrecen “agua potable” en campaña. Además, no es fábula, sino un dato científico que grandes ciudades prehispánicas como Tikal o Mirador colapsaron por la crisis ambiental y por envenenar sus aguas. Al final del relato de Hesse, un carpintero picotea un árbol que crece sobre un palacio desierto y exclama: ¡Esto avanza!



Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *