Cuando la UEFA revisó las imágenes de las celebraciones de la Grecia campeona de la Eurocopa de 2004, tal vez la más rácana de la historia, pensó que aquello necesitaba un cambio. El trofeo que alzaba Theodoros Zagorakis, el capitán, se perdía entre el confeti, las cintas que lo adornaban y los brazos que se levantaban de fondo. Así fue como aquel 4 de julio en el estadio da Luz de Lisboa empezó a gestarse la nueva copa que estrenó Íker Casillas en Viena en 2008 y que sustituyó a la que llevaba entregándose desde la primera edición en 1960. De las cuatro ediciones con la nueva copa, dos se las ha llevado España, que busca el domingo contra Inglaterra la tercera de este ciclo.
Ya en 2005, el encargo aterrizó precisamente en Londres, en el clásico taller Asprey, del que han salido trofeos para el Masters de Augusta, la Copa América de vela, la Ryder Cup y la Premier League, entre muchos. Karen Marsen, que trabajó en el proceso de rediseño, lo recuerda una mañana gris de lluvia fina en el estudio del barrio de Hammersmith: “El encargo era: teníamos que intentar conservar la silueta”, dice. “Tenía una base bastante pequeña, así que no era muy estable. Lo hicimos más alto, más elegante, pulimos algunos elementos que parecían un poco rudimentarios, para afilarlos y hacer el conjunto más moderno. Pero es una forma bastante tradicional, así que en realidad fue una actualización”.
El original fue una idea de Henri Delaunay, que aún da nombre a la pieza, el primer secretario de la UEFA, inventor del torneo, que cuando falleció en 1955 dejó el puesto y la misión de poner en marcha el campeonato y de encontrar un trofeo a su hijo, Pierre. Aquella primera copa la fabricó la orfebrería Chobillon de París a partir de un diseño de Arthus-Bertrand. Pesaba seis kilos y medía 42 centímetros, con una pequeña base de mármol sobre la que se grababan los nombres de los campeones. Ahora la base es más ancha y de plata.
“No nos enviaron el original”, recuerda Marsden. “Solo nos dieron unas instrucciones, que para nosotros es bastante normal. Si nos hubieran dicho: ‘¿Podéis hacer uno como este?’. Obviamente en ese caso habríamos dicho: ‘¿Nos lo podéis dejar?”.
Entonces comenzó un largo periodo de ida de bocetos de Asprey a la UEFA y vuelta de modificaciones de la UEFA a Asprey. “Trabajas con alguien a quien le han encargado solucionar esto, pero que necesita siempre la aprobación de alguien más arriba, así que tenían reuniones y era cambio, cambio, cambio… Por suerte, ya hacíamos todo con con ordenador. Tenían muchos debates sobre lo que querían. Supongo que pretendían conservar lo suficiente de lo que había antes”.
El resultado fue una pieza de ocho kilos y 60 centímetros que solo han vuelto a ver por televisión. No siempre es así. Aquella mañana acababan de recibir en el taller el trofeo de la Premier League, recién llegado de las celebraciones del Manchester City. Esta vez no había sufrido demasiado: un pequeño abollón y una de las puntas de la corona doblada. Ha habido temporadas peores, como recuerda Reece Barber, el gerente: “Estaba viendo las celebraciones por la tele, la copa estaba sobre un podio y Zinchenko la tiró con el brazo y yo…”, recuerda sobrecogido sobre los festejos del título de 2019. “Pero la levantaron enseguida y no fue tan malo como creía que iba a ser”.
En Asprey tampoco fabrican las réplicas del trofeo que encargan los ganadores, aunque sí despacharon al principio una versión más pequeña, de 45 centímetros. De las copias y las reparaciones después de los festejos se ocupan los artesanos del Grupo Iaco en su taller de Vicenza, cerca de Venecia.
Desde que Casillas estrenó el nuevo Henri Delaunay en 2008, los nombres de los campeones se graban en la parte trasera de la copa en lugar de la base. Allí aparece tres veces España, una Grecia y ninguna Inglaterra.
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