El tren, y el choque frontal contra el pasado


Ahora, los heridos luchan y sufren.

Los sindicalistas evalúan el paro de transportes del jueves, y un día después -crash- Ésta es la verdad de todo. El golpe artero del pasado que nos rompe los huesos.

Otra vez las escenas insoportables y reales de un choque de trenes. El pasado que cobra su paga en sangre. Es la vigencia permanente de la inoperancia, de la demagogia, de la real locura, el resultado de no avanzar jamás hacia el futuro sino hacia el retrospectivo orden de lo que no cambia.

Hemos visto generaciones de fracasos hundidas en el sometimiento a las jefaturas de unos grandes empresarios que se denominan representantes de los trabajadores.

Representan sí sus propios intereses patronales. Patrones de sus empresas, de sus sindicatos, y patrones de la conducta de sus rehenes obligados a pagarles a ellos las cuotas y las regalías de las que disfrutan, siempre repiqueteados por turbas muy eficientes para tronar los bombos y multiplicar tatuajes en brazos hermanados a tamboriles y murgueros.

Pero hoy no resuelven ni ayudan a resolver ningún problema popular.

Los trabajadores se trituran en las formaciones ferroviarias atiborradas.

Imperturbables al paso del tiempo, los jerarcas no han tenido mejor idea que la de detenerlo todo otra vez ésta semana para no resolver el problema de nadie.

Quizás momificados y con todo el pasado por delante – dicen que habría dicho Borges- no se vislumbra innovación, ni imaginación, ni negociación limpia, pero sí la presión de instalar paréntesis obligatorios en las actividades de todos, cortando transportes y presionando, más y más, más aún, ¿Para que?

El impacto del San Martín encarna la respuesta.

¿Quién es el vencedor de éstas pugnas gatilladas a fuerza de paros generales?

La mayoría se manifiesta harta de esa dictadura empresarial-gremial.

El día del paro, el jueves, voy a un laboratorio para una extracción de sangre de rutina. Le pregunto a la enfermera.

Y el ejemplo puede multiplicarse por millones.

Los senadores kirchneristas decidieron lo contrario de la enfermera y no acudieron a realizar sus urgentes tareas.

Desde luego hay motivos para la preocupación en éstos tiempos, tan agudamente menguados de fondos para todos.

Y hay motivos válidos para la disidencia.

Y hay motivos para la protesta.

Pablo Moyano y Héctor Daer, dos de los gremialistas que alentaron el paro del 9 de mayo.Pablo Moyano y Héctor Daer, dos de los gremialistas que alentaron el paro del 9 de mayo.

Pero parar es una “No idea” anclada en el retrógrado puntapié al futuro de una enquistada galería de momias que, sin embargo, han conseguido negociar con todos los gobiernos, éste incluido.

Las pirámides gremiales insisten con sus catafalcos vivientes que ya no laten hacia adelante. Aman a Perón que murió en las lontananzas de un pasado que no termina de concluir nunca.

Hay aún otro gremialismo más radicalizado aún, trotskista o filo trotskista, una curiosidad argentina.

Trotski fue un inmenso personaje de la historia: el jefe del Ejército Rojo de la Revolución de Octubre, sanguinario, asesinado por un sicario de Stalin como se sabe. Se llamaba en rigor León Davidovich Bronstein, los trotskistas que avalan y propagandizan a Hamas, ciertamente hubieran tenido dificultades con su judaísmo originario.

Otra vez, todo el pasado por delante.

Los capitanes timoneadores de los paros tras los paros, y más, y más paros, acapararon el capital de huelgas en las arcas cerradas para las gestiones kirchneristas pasadas, y no propulsaron entonces ninguna gran protesta general, quizás aguardando que un No peronista llegue al poder para poder lanzar esas granadas vacías de contenido, bombas neutrónicas cuyas características centrales son como los de toda vigilancia enunciar “Alto”.

Alto, hoy no trabaja nadie.

Alto, no se les ocurra dejar de pagar la cuota sindical.

Alto, que nadie cambie el modelo gremial de los ‘50.

Ese muro puede ser un horror ferroviario como el de ayer. Alto, que chocamos otra vez.

La defensa história de los trabajadores, existió en cierto momento, pero desde hace décadas es una ficción

La falsedad ha levantado imperios en la Argentina.

La distorsión, angosta la libertad.

Vale para los gremios y para cualquier grito de libertad en abstracto.

La libertad es una complejidad teórica y práctica.

No basta con vociferarla.

Ahora se bautizaría al CCK como “Palacio de la libertad”.

Sería un buen espacio para el análisis real de la libertad y no para la militancia propagandística y ensordecedora.

La matriz feudal, gremial, arcaica y rimbombante, podría chocar, porque viene así colisionando desde el origen de los tiempos de estas crueles provincias, contra toda la pretérita raíz de los males y de desmanes que no cesan: la demagogia, la exuberancia de los deslenguados que saben enunciar la nada misma pero a los gritos, las amenazas de los capitanes eternizados en tantas corrompidas cúpulas gremiales, la pasión por la violencia verbal, que roza la física, la inoperancia, la locura revestida de oportunidad histórica.

Dos formaciones chocaron sobre el puente de Palermo este viernes 10 de mayo.. Foto: Alejandro BarDos formaciones chocaron sobre el puente de Palermo este viernes 10 de mayo.. Foto: Alejandro Bar

He tomado el San Martín durante años, como millones de personas. Siempre fue un peligro. Cambiaron en un momento las formaciones pero el servicio es siempre deficiente.

La falta de mantenimiento es una constante.

De nuevo, ayer el tren se estrelló contra su propio pasado.

Y la sangre es de los otros.

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