Consulados infestados de corruptos compadres


Rincón de Petul

Consulados infestados de corruptos compadres

Bien caería una campaña de las comunidades migrantes que señalen a los protegidos de los diputados.

Una de las limpias al pérfido régimen de corrupción que aún no empezamos a ver, es la del servicio diplomático nacional. Y, en especial, me refiero aquí, al servicio consular, cuyo profesionalismo y correcta vocación son innegociables en un entorno marcado por el éxodo nacional. En un momento ya demasiado lejano de la memoria, los cónsules nacionales tenían una función —digamos— cómoda, limitándose a atender socialmente a compactas comunidades de expatriados que residían en las ciudades donde estaban comisionados; eso, o al ocasional turista que pasaba cerca y que perdía el pasaporte. Pero nada podría ser más distinto ahora para la función consular en los países que recibieron nuestro éxodo: México y Estados Unidos, principalmente. Ahí, los valiosos consulados se han convertido en centros de atención humana a masas en su momento de mayor vulnerabilidad.

Bien caería una campaña de las comunidades migrantes que señalen a los protegidos de los diputados.

Es de básico entendimiento, entonces, que la designación de funcionarios para estas oficinas debiera hacerse con el cuidado que la delicadísima situación social exige. Sin embargo, al igual que en otros sectores del aparato público, el servicio consular de Guatemala fue degradándose en la medida que ministros, presidentes, diputados y actores de poder fueron acaparando estos valiosos puestos, para luego repartírselos como dulces de piñata. Progresivamente, fueron poniendo a familiares, a sus socios de grises negocios, a sus colaboradores políticos y hasta a sus amantes. Así, es de público conocimiento que el gobierno del presidente Arévalo heredó un cuerpo consular infestado de podredumbre, repleto de cónsules, vicecónsules, secretarios y demás personal que carecen absolutamente de calificaciones técnicas o del valioso recorrido para los puestos, y a quienes —encima— la situación de los migrantes no les importa un solo carajo.

Usualmente, la designación de compadres en nuestros consulados en EE. UU. se hace con desparpajo. Pero también, en algunas ocasiones, se escucha como excusa una usanza en la diplomacia que consiste en la reserva de un porcentaje para “nombramientos políticos”. Es decir, una excepción para candidatos que son ajenos a la carrera diplomática pero que, por ser de confianza del presidente, o por sus calificaciones específicas muy especiales, ameritan ser enviados a un lugar particular, en representación nacional. Sin embargo, esto es inválido para puestos consulares que exigen altísimas cargas de trabajo atendiendo a poblaciones vulnerables con necesidades puntuales. Surgen observaciones: Primero, el trabajo que se deja de hacer por tener a holgazanes donde solo cabían los más competentes trabajadores; y segundo: la duda razonable sobre qué incentivo económico persiguen las redes de corrupción, si los consulares son sueldos modestos.

Recuerdo a un canciller pasado decir que a su ministerio jamás entraría la corrupción, por su bajo presupuesto. Se les escucha ahora ingenuo cuando mira uno las últimas carteras. Estas, hasta crearon oficinas consulares donde quizás no eran tan necesarias, y luego les vimos nombrar a compadres en sus puestos. Así, hoy tenemos un mapa consular con 25 sedes en EE. UU. y 12 en México al que bien le caería una revisión estratégica. Y la carrera diplomática se verá fortalecida si se termina de impulsar la iniciativa de la Ley del Servicio Diplomático, aún pendiente en el Congreso. El Minex es hoy un campo principal que aún batalla el régimen de corrupción. En estos momentos de tensión, bien nos caería una campaña de las comunidades migrantes que señalen públicamente a los protegidos de los diputados. La limpia consular es necesaria y puede ser tarea conjunta.



Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *