Biden no ganará. Los demócratas necesitan un plan. Propongo uno


Pluma invitada

Biden no ganará. Los demócratas necesitan un plan. Propongo uno

Tenemos mucho más de ocho demócratas que podrían ganarle la contienda a Trump.

Recuerden mis palabras: Joe Biden estará fuera de la contienda presidencial de 2024. Esté o no dispuesto a admitirlo. Su petición a los demócratas del Congreso para que lo respalden no unirán al partido en su apoyo. Biden dice que seguirá en la carrera, pero solo es cuestión de tiempo para que la presión demócrata y los sondeos públicos y privados lo lleven a abandonarla. Se acabó el juego, y cuanto antes lo acepten Biden y los líderes de su partido, mejor. Tenemos que avanzar.

Creo que la vicepresidenta sería una oponente formidable para Trump.

Pero no puede ser eligiendo a la vicepresidenta Kamala Harris o a cualquier otra persona como posible candidato demócrata. Tenemos que hacerlo de manera abierta; exactamente del modo contrario a como Donald Trump quiere que hagamos.

Por primera vez en su vida, Trump está rezando. Para ganar la Casa Blanca y aumentar sus posibilidades de evitar usar un uniforme naranja, necesita que los demócratas sigan los pasos equivocados en los próximos días: es decir, que parezcan amañar la nominación de un presidente en decadencia o de la vicepresidenta en ejercicio o de algún otro aparente heredero. Trump necesita poder escribir en MAYÚSCULAS publicaciones en redes sociales sobre los agentes del poder y los grandes donantes que lo arreglan todo. Necesita, en otras palabras, que los demócratas acaben por echarlo todo a perder.

No vamos a hacer eso. Vamos a nominar una nueva candidatura de forma muy democrática y novedosa, no en las trastiendas de Washington, D. C., o Chicago.

Estamos en un momento en el que necesitamos ideas constructivas sobre cómo avanzar. Quiero que el Partido Demócrata celebre cuatro encuentros públicos históricos en lo que sucede la Convención Nacional Demócrata de agosto: uno en el sur, otro en el noreste, otro en el medio oeste y otro en el oeste. Podemos reclutar a las dos personas más obvias y cualificadas del mundo para facilitar debates a profundidad: Barack Obama y Bill Clinton. Es posible que ninguno de los dos represente a todas las facciones del gran paraguas que abarca nuestro partido. Pero a ambos les importa la democracia tanto como al primer presidente de la nación, entienden lo que se necesita para ser presidente y saben cómo ganar.

Los encuentros —entrevistas laborales de alto nivel para el puesto más complejo del mundo— atraerían sin duda a socios de televisión y cable y generarían cifras récord de audiencia. Piensen en el Super Bowl con Taylor Swift en las gradas. Los jóvenes, los mayores y todos los demás espectadores verán cómo se hace historia en tiempo real.

¿Cómo se elegirá a los posibles candidatos que participarán en los encuentros? No hay una respuesta que satisfaga a todo el mundo, pero hay que tomar decisiones difíciles, dado lo apretado del calendario, y creo que apoyarse en la opinión de expresidentes tiene sentido. Así pues, yo aconsejaría a los presidentes 42 y 44 que seleccionen a ocho de los principales aspirantes entre quienes decidan presentarse, y que Harris recibiera, sin duda, una merecida invitación.

Creo que la vicepresidenta sería una oponente formidable para Trump. Ha pasado los últimos cuatro años recorriendo el país y el mundo al servicio del pueblo estadounidense. Tiene una historia asombrosa, una que más gente debería conocer. Defendió a los estadounidenses de a pie frente a los grandes bancos. Encerró a depredadores sexuales. ¿Quieres al fiscal o al criminal? No es una mala pregunta para los estadounidenses este noviembre.

Quizá los presidentes 42 y 44 puedan hacer que la selección de candidatos sea aún más democrática al consultar a los 23 gobernadores demócratas del país en el proceso de selección durante los encuentros públicos. Los gobernadores se ocupan de lo práctico, no de lo teórico. Pero no soy una persona que se enfoque en los detalles, así que yo digo que lo dejemos en manos de 42 y 44.

Para que quede claro, tenemos mucho más de ocho demócratas que podrían ganarle la contienda a Trump. Pero si no limitamos los encuentros a un número manejable de personas, obtendremos solo frases llamativas, no sustancia.

Los encuentros públicos mostrarán a los estadounidenses una perspectiva renovada de Harris y les presentarán a nuestra amplia banca de reserva de líderes inteligentes, dinámicos y con experiencia. Además, los delegados demócratas podrán interrogar y poner a prueba a estos líderes en reuniones públicas y privadas antes de la votación formal de todos los delegados en la convención demócrata.

Unas palabras sobre esos delegados: confío en que lleguen a una decisión mayoritaria en la convención tras un proceso público y sustantivo como este, y ustedes también deberían hacerlo. Claro, tenemos a algunas personas en los extremos, Dios los bendiga. Pero la gran mayoría de los delegados demócratas son patriotas pragmáticos. Trabajan duro y se preocupan profundamente por sus comunidades y por nuestro país. Vienen de pueblos pequeños y grandes ciudades y de todos los lugares intermedios.

No me preocupan nuestros delegados. Están ahí para ganar. No me preocupa nuestro talento. Tenemos una nueva generación de líderes con un talento sorprendente. No me preocupa el dinero. Los estadounidenses se entusiasmarán con este proceso abierto, y muchos ya están entusiasmados por vencer a Trump. No me preocupa el tiempo. Tenemos la pasión y el impulso de nuestro lado.

¿Y nuestro oponente? ¿El que nació con una cuchara de plata pero sin brújula moral? ¿El mentiroso patológico? ¿El delincuente? ¿El depredador declarado responsable de abuso sexual? ¿El aspirante a dictador? ¿El adulador de Putin? A mí tampoco me preocupa.

Ha sido un momento agobiante para quienes pensamos que el presidente Biden se ha ganado con creces un segundo periodo, pero no va a ganarlo. Ahora tenemos que seguir adelante.

Aunque mi amigo Rahm Emanuel suele llevarse el crédito, he oído más a menudo que es Winston Churchill de quien se dice que aconsejó esto: “Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”. Un proceso superdemocrático —lo contrario de lo que harían Trump y sus secuaces del movimiento MAGA— es como vamos a honrar esa sabiduría en nuestro propio momento de “¿Prevalecerá la democracia?”.



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