Asturias mereció siempre descansar en su patria


Catalejo

Asturias mereció siempre descansar en su patria

El año dedicado a Miguel Ángel Asturias comenzó ayer, en un homenaje tardío, pero no por ello menos merecido.

Con motivo de los cincuenta años del fallecimiento de Miguel Ángel Asturias, ayer dio inicio el año dedicado a enaltecerlo porque este 2024 también se cumplen 125 años de su nacimiento en el barrio capitalino de Candelaria, a donde regresó pocas veces luego de convertirse en un escritor conocido en Europa. Todo ser humano tiene el derecho de descansar para siempre en su patria. Es entonces muy justo y loable el logro de la repatriación de sus restos desde el cementerio parisino de Pére Lachaise, donde fue enterrado como un homenaje de esa Francia tan importante en su vida. Ojalá venga con esa réplica de una estela petenera maya situada en la tumba por sugerencia de algunos de sus compañeros de juventud integrantes de la generación del 20.

Como es común con los grandes literatos y artistas de Guatemala, poco se habla de él, sobre todo en los círculos oficiales del país, y solamente hay un monumento a su memoria en la Avenida de la Reforma, lamentablemente vandalizado por ladrones de piezas metálicas. Llevan su nombre el Teatro Nacional y el salón mayor de la Asociación de Periodistas de Guatemala, de la cual fue uno de los 53 fundadores en 1947, luego haber creado el Diario del Aire en 1938. A mi juicio, la mejor descripción lo señala como “un poeta que escribía novelas”, pero su obra abarca también la poesía y el teatro, y destaca también por ser el creador del realismo mágico, un movimiento literario ahora olvidado, compartido con algunos otros escritores latinoamericanos posteriores.

Por supuesto, lo más conocido e importante de Asturias es su premio Nobel de Literatura de 1967, recibido en Estocolmo de manos del rey, en una ceremonia a la cual tuve el honor de asistir junto con otros seis guatemaltecos, guardada en mi memoria desde entonces. Fue el tercer latinoamericano en recibirlo, lástima grande en una etapa cuando la muerte ya se preparaba para llevarlo sólo siete años años después. Era una época donde la principal razón de otorgarlo solo era la calidad literaria, nada más. No se tomaban en cuenta criterios de éxito de librería, por ejemplo, y se hacían a un lado las complejidades naturales, humanas de su vida, sus ideas políticas, su representación diplomática de gobiernos con criterios distintos a los suyos, ni aspectos poco conocidos como su importante faceta de un catolicismo representado en las tradiciones religiosas.

Ojalá este año de celebraciones a Asturias inicie el apoyo a otros escritores, poetas, pintores, incluso arquitectos.

Ojalá este año de celebraciones a Asturias inicie el apoyo a otros escritores, poetas, pintores, incluso arquitectos, porque esta antigua profesión puede ayudar a crear arte, al integrarse a las ciencias humanísticas. Recuerdo las posteriores críticas a su tesis de graduación como abogado El problema del indio, cuyos estrechos criterios les impide no tomar en cuenta la realidad histórica del momento de creación de toda obra total o parcialmente literaria, como lo puede ser un trabajo de graduación. En los artistas guatemaltecos, algunos de relieve y valía mundial, se cumple aquella vieja frase “nadie es profeta en su tierra”, y menos cuando hay una lamentable y sólida tradición de envidias, incomprensiones, como es una triste realidad en nuestro medio.

Termino este artículo, un simple homenaje, reproduciendo algunas metáforas de belleza literaria integrantes de El Señor Presidente. …adornado como una tumba altísima por coronas de zopilotes que volaban en círculos dormidos… / …el Pelele engusanaba la calle de tejidos… / el viento aporreaba las mazorcas de sonidos desde abajo… / Un cohete de colores, tras el estallido, deshilaba cuerdas de huipil en arcoíris. / El Sueño, señor que surca los mares oscuros de la realidad, lo recogió en una de sus muchas barcas. / …la noche se regaba por los pliegos como una mancha de tinta negra… Así como esas hay cientos en sus obras, cuya forma de relatar el argumento es más atractivo de leer, una y otra vez. Leerlo, conocerlo, admirarlo, es la mejor y más fácil ofrenda.



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