Editorial: La desacertada política monetaria del BCCR


El 30 de abril del 2024, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) publicó su informe más reciente de política monetaria, donde describe un panorama poco alentador para los próximos dos años. De acuerdo con sus estimaciones, el Banco prevé un menor crecimiento del producto interno bruto (PIB), menos expansión del consumo de las familias, un crecimiento más débil de las exportaciones, fuerte desaceleración en las zonas francas y, en general, bajas tasas de mejora en muchas de las actividades constitutivas del régimen definitivo.

En su informe, el BCCR también aplazó la fecha en que espera el retorno de la inflación al rango meta de entre un 2 y un 4 %. Ahora, calcula alcanzarlo en el primer trimestre del 2025. Este hecho se mantiene entre los elementos de preocupación más destacados. Incumplir la meta inflacionaria implica dos riesgos para la entidad: el primero es la pérdida de credibilidad, un bien muy preciado y costoso para la banca, y el segundo es seguir acercando al país, innecesariamente, a un círculo deflacionario.

Según el documento, el manejo de la política monetaria más bien ha sido congruente con el esquema de metas de inflación. Si bien nuestro banco central tiene la tasa de política monetaria (TPM) más baja de Latinoamérica e incluso está por debajo de la tasa de los fondos federales de Estados Unidos, el informe omite algunos hechos relevantes. En primer lugar, Costa Rica es la única economía con 10 meses consecutivos de inflación negativa en el mundo. Además, es indispensable señalar que si la TPM se ha reducido mucho, es porque se había incrementado aceleradamente en solo 12 meses.

Las autoridades del Central están preocupadas por su TPM ubicada por debajo de la tasa de referencia de Estados Unidos. No obstante, mientras en marzo la inflación de ese país era del 3,5 %, su tasa de política monetaria se ubicaba entre el 5,25 y el 5,50 %. En contraste, Costa Rica, con inflación del -1,2 % tiene una TPM del 4,75 %. Son situaciones muy diferentes.

Estas consideraciones causan la impresión de que la TPM se fija tomando en cuenta otros elementos, dejando de lado el más importante: la meta de inflación a la cual se quiere llegar, que no parece ser prioridad del Banco. En el caso de los Estados Unidos, la inflación sigue siendo positiva y todavía no converge hacia la meta. No obstante, existe acuerdo de buena parte de los analistas sobre la posibilidad de que las tasas se reduzcan entre junio y setiembre. Las tasas altas, en esa tesitura, serán un fenómeno temporal.

El BCCR también ha puesto énfasis en su compromiso de actuar si los ahorros se dolarizan de forma desordenada, dado el premio negativo, es decir, si comienza a observar un tipo de cambio en rápido aumento. De nuevo, parece que el Banco está más preocupado por movimientos en el tipo de cambio que por cumplir su meta de inflación. Es incomprensible la despreocupación por los problemas de muchas empresas que venden al tipo de cambio del 2006, pero tienen costos del 2024. Tampoco repara en que un alza en el precio del dólar es un mecanismo de transmisión capaz de ayudar a cumplir su meta.

Dos años han transcurrido, pero todavía persisten muchas dudas alrededor del manejo de la política monetaria. La economía, en vez de despertar, parece estar apagándose. Las exportaciones pierden dinamismo y son menos competitivas, la inversión se desacelera y las condiciones financieras no parecen estar tan ordenadas como el Banco señala. Según la ley, el BCCR debe promover el desarrollo ordenado de la economía, pero la realidad contradice ese mandato.

Incumplir la meta inflacionaria implica dos riesgos: pérdida de credibilidad del BCCR y seguir acercándonos a un círculo deflacionario.

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