Elección deja picadillo legislativo | La Nación


Luego de los curiosos acontecimientos que rodearon la reciente elección del Directorio legislativo, queda claro que el Congreso encarará la segunda parte de este cuatrienio convertido en un enorme picadillo de intereses.

Alianzas pegadas con alfileres, fracciones aún más divididas, liderazgos debilitados y nuevas diputaciones independientes se suman al recuento de daños de un 1.° de mayo que deja grandes interrogantes.

Queda la duda sobre si los resentimientos surgidos al calor de esta jornada, sumados a los ya existentes, permitirán el impulso de una agenda de impacto y beneficio para los costarricenses.

Tengo un mal presagio. Si resultó difícil poner de acuerdo a los diputados en sus dos primeros años de labores, creo que las últimas escaramuzas, la precampaña electoral y la propuesta de referendo espesarán aún más la sopa.

El liberacionista Rodrigo Arias logró mantenerse por tercer año en la presidencia legislativa gracias a un impensable acuerdo con legisladores que, días antes, expresaban serias dudas sobre su continuidad.

La reelección de Arias cobró fuerza luego de los iracundos ataques lanzados en Limón por el mandatario Rodrigo Chaves, en su conocido afán por culpar a los órganos fiscalizadores por la inacción de su gobierno.

Y entonces ocurrió algo irónico: dos de las tres fracciones que querían unirse al chavismo para impulsar un relevo en el Directorio terminaron dándole el voto al liberacionista, junto con dos legisladores de la otra bancada.

Durante esta transfiguración de voluntades, salió a relucir la existencia de fracturas internas en el Partido Nueva República (PNR), el Partido Liberal Progresista (PLP) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

Como resultado, Gloria Navas abandonó las tiendas del fabricismo, Eliécer Feinzaig ya no es jefe de fracción del PLP y el PUSC se convirtió en el gran perdedor al quedar fuera del Directorio y con dos diputados “rebeldes”.

Está por verse qué impacto tendrá esta nueva realidad en la dinámica de un Congreso que ya mostraba síntomas de fragmentación, con un oficialismo dividido y parlamentarios disidentes.

Frente a este panorama, alcanzar consensos parece una tarea faraónica que exigirá visión, sentido común, flexibilidad y firmeza para defender los acuerdos de la pirotecnia que se avecina.

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El autor es jefe de información de La Nación.

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