¿Quién es Luis ‘Pelín’ Muñoz? Le explicamos cómo entender al genio tico del jazz


Vernor “Pibe” Hine y Luis “Pelín” Muñoz: el primero de ellos una leyenda, casi un mito. El gran maestro involuntario de toda una generación y quizás más allá. El segundo es el que, en mi opinión, resulta ser el jazzista costarricense que mayor cantidad de reconocimientos aglutina en su trayectoria artística, entre ellos la designación, en dos ocasiones, al mejor del disco del año y en los terrenos del jazz estadounidense.

A mediados de este mes de abril del 2024, Luis Muñoz realizará dos conciertos en suelo tico, uno en el marco del TEDx Pura Vida, en el Auditorio Nacional, y el otro en Casa Rojas, Barrio Escalante (ver recuadro). Por tal razón vamos a hurgar brevemente en su producción musical con la idea de llegar bautizados y confesados a esta nueva “mise en scéne” que nos propone.

Era inevitable a inicio de los años setenta no ser roquero. Casi imposible, me parece, aunque algunos de mis amigos de entonces no lo podían digerir. “Falta de rebeldía” le escuche un día decir al poeta nacional Alfonso Chase, refiriéndose a la actitud pasiva, condescendiente con el sistema y complacida, de algunos jóvenes, en seguir la tradición social de sus padres sin cuestionar nada. Pues ni más ni menos, ese era el condimento esencial en los jóvenes por aquellos años, ¡rebeldía!

Luis Muñoz la tenía de sobra y para terminar de “adobarse con honores” integra con algunos de sus amigos Los King Kats, su primer grupo de música con un repertorio de covers y pésima amplificación. A partir de ese momento la música se adueñó de su vida y viceversa.

Personalmente mi memoria musical de él comienza con el trío de Rock Acústico que integró junto a Álvaro Fernández, sempiterno socio de vida, y la estadounidense Pamela Johnson (1973-74). Años después la dupla Fernández-Muñoz protagoniza uno de los encuentros más destacados de la música popular costarricense, eufemismo adrede pues más que popular fue históricamente contundente a pesar de que pocos lo escucharon en ese entonces, y me refiero al disco Compadre, de Álvaro Fernández.

Cuando Luis llegó a California ya conocía el jazz. Culpa de su hermano Julio, el querido “Palito” de La Mazorca, quien le obsequió acetatos de Charlie Parker, John Coltrane, Thelonius Monk y Miles Davis, entre otros. De nuevo…era inevitable no ser jazzero escuchando eso. Uno de los méritos de Luis y un gran honor, como él mismo lo reconoce, fue haber tocado junto al Pibe Hine un par de años. En cierto modo su primer diplomado de vida jazzística.

Conocí a Luis empezando la década 1980. Él tenía seis años de no poner un pie en el país y la mayoría de quienes sabíamos de su existencia no lo conocíamos. Él ya contaba con cierta fama procedente de la segunda generación rockera del país, la de los años 70.

Su distanciamiento físico de la patria obedeció a la decisión de estudiar composición en la Universidad de California, en Santa Bárbara. En 1980 bajo el auspicio del Ministerio de Cultura Juventud y Deportes asume la composición y producción de una obra con la finalidad de rendir homenaje a, en aquel entonces, nuestras históricas motivaciones de identidad cultural hoy desvanecidas por los avatares de la modernidad y, no puedo evitar decirlo, la estupidez colectiva. Pero, además, el disco tuvo otro objetivo. La recaudación fue donada a la Cruz Roja como contribución a la ayuda humanitaria de la población nicaragüense que sufría los embates de la Revolución Sandinista. El disco fue grabado en los estudios de Radio Nacional por el ingeniero de sonido Alberto Bolaños y yo era productor en esa emisora.

Es la obra con mayor cantidad de artistas costarricenses que hay en su discografía, donde sobresalen Álvaro Fernández en guitarra y autor de la letra en la Suite, el Trío Los Diplomáticos, el percusionista Pepe Chacón y el guitarrista Manrique Guido, entre otros.

El disco contiene la Suite Costa Rica Costa Rica, obra de factura clásica contemporánea con matices de índole folklórico donde el tambito prima con su acento rítmico. Luego hay varios temas en los que ya se evidencia el interés del compositor por la diversidad sonora latinoamericana. Es apenas un bosquejo de lo que más adelante sería la columna vertebral en su creación y el cuño de su visión filosófica de la vida.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Quizás esta es la producción con mayor contenido emocional para quienes hemos seguido la carrera musical de Luis Muñoz. Se trata del inicio formal como compositor y lo hace con una propuesta bien definida dentro del inmenso panorama musical estadounidense. Una obra que, para el momento, nos sorprendió por su sólida personalidad sonora. Y esta es, precisamente, una palabra clave en el recorrido de todo jazzista profesional, sobre todo en el de un compositor; personalidad. Luis en este primer disco grabado en Norteamérica define su futura identidad y adopta como insignia de estilo la fusión del jazz con otros géneros y estilos musicales.

Se puede apreciar, de manera contundente, el énfasis que hace su exploración artística en el inmenso universo sonoro latinoamericano. Emergen así varias construcciones musicales que le acompañarán hasta el día de hoy y entre ellas algunas canciones epicéntricas como es el caso de Argentina, dedicada a su abuelita, Tierranegra o Calipso de las Américas.

Queda claro que la base rítmica es uno de los estaremos estructurales en su propuesta, así como la presencia de instrumentos de vientos, demostrando con estos que sabe manipular sus texturas en equivalencia con un mosaico mayor. Definitivamente es un disco que siempre voy a apreciar por su calidad, por los indicios del futuro cercano y por la ofrenda de gozo espiritual que desde ya se empieza a percibir en la totalidad de su obra compositiva.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Para una mejor apreciación de la obra musical de Luis Muñoz (Pelín para los ticos) es importante considerar la zona donde estudió, se graduó y realizó la mayor parte de su carrera musical. Me refiero a la costa oeste de los Estados Unidos. Esto fue en California, hoy día vive en Arizona. Fue allí donde en la década de 1950 se desarrolló el estilo West Coast en el jazz, una sustancial escuela en la historia del género. Esta escuela desarrolló un estilo menos frenético que el hard bop que en la ciudad de Nueva York era el gran suceso.

El West Coast fue la estilización del Cool Jazz y, por tanto, la figura de Miles Davis y su quinteto se consideran fundacionales en este estilo. Pronto surgieron las voces primarias de la corriente entre los que son más reconocidos Dave Brubeck, Paul Desmond, Chet Baker, Chico Hamilton, Stan Getz e incluso Henry Mancini con su inolvidable tema Peter Gunn, que consolidó el éxito comercial al estilo californiano que ya, en gran medida, lo había logrado gracias a las grabaciones de los artistas arriba citados.

Posteriormente, en los años 70 la consolidación del Jazz Fusión, especialmente el Latin Jazz Fusion, influye a lo largo y ancho de la línea costera y un gran público crece y madura junto a figuras como Mongo Santamaría, Poncho Sánchez, Clare Fischer, Cal Tjader y Manfredo Fest para citar unos cuantos.

Es en este panorama de acentos latinos y caribeños, de insinuaciones brasileñas y cadencias bolerísticas, de los sabores de la salsa dura y las profundidades de los acordes de la Cruz del Sur en que Luis graba Compassion con el rostro de su hijo como portada. A partir de esta grabación se empiezan a triangular los valores fundamentales en la obra del compositor: familia, tradición cultural y naturaleza.

Aparece la guitarra acústica como instrumento que cohesiona la diversidad de culturas musicales, los arreglos de vientos son bastante limpios, ajustados a un discurso más preciso en relación a la premisa conceptual y gracias a un notorio control de las emociones expresivas sentimos que algo importante se aproxima para el artista y que sucederá en su próxima grabación, efectivamente.

Rescato de este disco y para mi propia antología Pasión, Yigüirro y Nicoya.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Todo artista, desde el inicio de su carrera, sabe que el roce con otros similares es fundamental para el crecimiento personal y su madurez estética. Durante más de 40 años, Luis Muñoz estuvo alternando, en primera línea, con gigantes de la música internacional y tan solo bastan estos cuantos nombres para tener una idea de la magnitud de ese roce: Airto Moreira y Flora Purim, Jim Messina, Etta James, B.B. King, Gato Barbieri, Tania María, Freddie Hubbard, Carla Bley y en tarima precediendo o antecediendo a colosos como Brad Mehldau, Chick Corea, Dave Brubeck y finalmente personalidades extraordinarias como Chet Baker o Miles Davis.

No hubo marcha atrás y el compromiso con su arte creció. Aumentó la construcción de su propio ideario musical que empezó a distinguirlo de entre esa gran multitud de propuestas que tiene la escena jazzística norteamericana. La riqueza de visión continental le conduce a la creación de una obra titulada Vida que le abrió todas las puertas posibles en una especie de confabulación inesperada.

Este disco obtuvo cuatro estrellas en la revista Down Beat y JazzReview.com lo nombra como el mejor CD de Jazz Latino del año y obtiene los Premios Acam como Compositor y Productor del Año. Y ahí no acaba la cosa pues Americas Magazine dice del disco “una obra verdaderamente monumental”; mientras que en Hispanic Magazine el renombrado crítico musical Mark Holston la define como “una obra maestra”. Finalmente Latin Jazz Network le cataloga entre las 10 mejores grabaciones del año. Un acierto total en su carrera.

Cada tema es un universo por separado. No tengo uno favorito porque todo el disco es uno de mis dos predilectos en su producción.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Nuestro legionario musical al concluir sus estudios de composición inicia una fructífera carrera de composición con obras para documentales, películas de animación, piezas para danza y teatro, alternando esta actividad con innumerables participaciones en conciertos y festivales de música diversa y de jazz.

Gracias a la tutoría de Peter Racine Fricker, profesor, investigador y compositor de más de 160 obras musicales, el costarricense llega a comprender y dominar los secretos del contrapunto, la música cromática y los conceptos de la música minimalista. Su tutor fue uno de los primeros ingleses en emigrar a los Estados Unidos, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, donde vivió los últimos treinta años de su vida. Al momento de su fallecimiento era considerado una autoridad en materia de composición en ese lado del mundo.

La simbiosis de mundos musicales en la creación de Muñoz se consolida en los siguientes tres discos y emergen obras de fusión barroca con el folclore y los matices jazzísticos que han caracterizado su discografía. Incluso retoma sus primeros pasos de vida musical incorporando “beats” del rock. Por otro lado se inicia en la indagación del instrumento más complejo de todos, me refiero a la voz y es así cómo se generan exquisitos encuentros con Magos Herrera, de México, y Téka Penteriche, de Brasil, con quienes volverá a trabajar más adelante.

De estos tres discos, el último, Luz, es considerado en el Top 5 CDs del Año por Félix Contreras connotado crítico y productor de programas de jazz para la National Public Radio (NPR); la Asociación Nacional de Periodistas de Jazz lo nombra como “El mejor CD Latino del Año”, decisión a la que se une Mike West, de Jazz Times Magazine. La Octava Encuesta Anual de Críticos de Jazz lo incorpora a la lista de los 25 mejores discos de jazz latino y finalmente es nominado en Costa Rica a los Premios ACAM, una vez más como Compositor y Productor Musical del Año.

De esta tríada debo anotar a mi analogía personal los siguientes temas: Luz del Sur, Manantial, Tango y Sangre de la Medianoche, Invisible y Vals de la Luz.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Había mencionado que en la discografía de Muñoz hay dos discos que son mis predilectos, pues bien, este es el segundo. Tengo, además, la impresión de que ha sido la producción más compleja que haya enfrentado este compositor pero cuyo esfuerzo le brindó una gran cantidad de importantes críticas y reconocimientos como ya lo veremos.

Para este momento empezó a trabajar con dos formaciones, un trío y un cuarteto, en nuevas estructuras sonoras. El nuevo disco convoca a tres cantantes de impresionante trayectoria como Claudia Acuña, Magos Herrera y Téka Penteriche, quienes interpretan letras de reconocidos autores como los nacionales Jaime Gamboa (Malpaís) y el poeta y escritor Osvaldo Sauma (Premio Nacional de Poesía 2013), además del panameño Rómulo Castro y el nicaragüense Luis Enrique Mejía.

Estamos, finalmente, frente a una obra de madurez profesional, espiritual y humana. Luis Muñoz trasciende los niveles esenciales en la vida de un artista y logra comprometer, en definitiva, a sus seguidores con su visión de mundo y de vida. La música tiene un propósito más allá de entretener y percibimos como fuerza, con gran elegancia y amabilidad a quien la escuche, a dimensionar otras posibilidad de apreciación del entorno, de la gente, de lo vivo, del sentimiento, del ser y para qué ser.

Un disco cautivante y sobre todo por la elección de las voces. Con ellas Luis demuestra que sus previas exploraciones con la expresión vocal no solo fueron reveladoras sino que además son elementales en el equilibrio de su propuesta creativa. Los arreglos ahora son más precisos, pulidos, sin desbordes decorativos ni filigrana excesiva. Los instrumentos acuerpan las tesituras vocales y ellas se deslizan con fina delicadeza por las imágenes que nos traen.

“Una pieza musical impresionante. Las cantantes brillan en esta obra maestra cuidadosamente elaborada”, escribe Devon Wendell para The International Review of Music, mientras que en AllAboutJazz se dice que ” el polifacético Luis Muñoz ha canalizado sus habilidades de producción en una dirección sublime”. Por otro lado, la reseña en Latin Jazz Network es contundente: “Las vocalistas entregan, de maneras que dejarán al oyente sin aliento, uno de los álbumes vocales más esperados que he tenido el placer de escuchar.”

El disco lo lleva a ser considerado por la NPR como uno de los 12 artistas favoritos del año y las revistas Jazziz y Down Beat resaltan en las principales grabaciones del año. Por otro lado, gana dos premios Acam con esta grabación.

Un disco de antología de principio a fin y más allá, hasta donde alcance el amor.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

Después de Voz las condiciones estaban dadas para que su siguiente producción fuera considerada Álbum del Año por la revista Jazziz y esto sucedió con The Dead Man. La propuesta surge inspirada en un cuento escrito por Horacio Quiroga del mismo nombre. Luis retoma el lenguaje jazz en plenitud de un talento ya maduro y con la noción de economía de recursos expresivos que le conducen a tan importante elección de Jazziz.

Dos años después y en mágica alianza con la cantante Lois Mahalia, que se mantiene hasta el día de hoy, Muñoz graba su penúltimo disco. En la portada aparece junto a sus padres en una foto de infancia recordándonos que la familia siempre ha estado entre sus fundamentos principales de ética y visión de mundo y vida.

El disco se titula The Infinite Dream y una vez más es mencionado entre los 10 discos más importantes de jazz del año por la revista Jazziz y, además, gana el sétimo Premio Acam siendo el compositor nacional que más premios de esta Asociación de creadores musicales costarricenses ha ganado.

Luego de 50 años, Luis Muñoz, compositor, baterista y productor musical, ha ganado un espacio en la góndola del competitivo mercado musical estadounidense. Ahí, en un apartado de la escena jazzística su nombre ya ha dejado huella, no es un desconocido y ha creado admiración y público en torno a su obra musical. La jornada a través de su música nos conduce a cosas simples aunque muchas veces olvidadas o desligadas de nuestra cotidianeidad por los excesos bulliciosos de este tránsito desbocado hacia el caos colectivo.

Sin embargo y por encima de los tecnicismos musicales hay algo más en la producción musical de Muñoz, explicado aquí en palabras del propio compositor: “Toda mi obra es sencillamente parte de una decisión infalible e inevitable de compromiso como ser humano y como artista de mantenerme del lado de la luz”.

Fotografías del jazzista Luis Muñoz, Pelín.

El compositor, productor y músico nacional Luis Muñoz, radicado en Estados Unidos desde 1974, presentará en Costa Rica su más reciente producción discográfica, Glimmering Path, en colaboración con la cantante guyanesa, Lois Mahalia.

La presentación se llevará a cabo en el Auditorio Nacional, durante su participación en el TEDx Pura Vida el 18 de abril, junto con Mahalia y un grupo estelar de músicos nacionales: el pianista Luis Monge y el bajista Max Esquivel, ambos miembros de Swing en 4; el guitarrista Federico Miranda, integrante del grupo Ghandi, y la cantante nacional Malí.

Muñoz ofrecerá un concierto adicional el 19 de abril en Casa Rojas, en Barrio Escalante, a las 8 p. m., acompañado por la misma nómina de músicos.

Para mayor información visite www.luismunoz.net.

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