El luto de la Inglaterra a la italiana de Gareth Southgate | Eurocopa Alemania 2024


El excéntrico Jordan Pickford fue el primero en pisar la hierba del estadio Olímpico de Berlín. Aclamado por la hinchada inglesa, alzó el puño al aire y comenzó a agitarlo haciendo círculo al son de la atronadora música electrónica. El guardameta inglés parecía el motivado animador de una rave o de una sesión dominguera de afterhour. Sus aspavientos encendieron aún más a los entonados fanáticos ingleses. La mañana y el tardeo de Berlín fueron suyos. De la puerta de Brandenburgo hasta el Olímpico de Berlín no había terraza, kiosco o restaurante que no estuviera copado por ellos.

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Unai Simón, Marc Cucurella, Aymeric Laporte, Dani Carvajal, Robin Le Normand (Nacho, min. 82), Fabián Ruiz, Dani Olmo, Lamine Yamal (Mikel Merino, min. 88), Nico Williams, Rodri (Martín Zubimendi, min. 45) y Álvaro Morata (Mikel Oyarzabal, min. 67)

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Jordan Pickford, Luke Shaw, John Stones, Marc Guéhi, Kyle Walker, Kobbie Mainoo (Cole Palmer, min. 69), Phil Foden (Ivan Toney, min. 88), Declan Rice, Jude Bellingham, Bukayo Saka y Harry Kane (Ollie Watkins, min. 60)

Goles
1-0 min. 46: Nico Williams. 1-1 min. 72: Cole Palmer. 2-1 min. 85: Oyarzabal

Arbitro François Letexier

Tarjetas amarillas
Kane (min. 24), Dani Olmo (min. 30), John Stones (min. 52), Ollie Watkins (min. 91)

Animosos en la liturgia prepartido, se aposentaron en el coliseo berlinés con la intención de acabar con los 58 años de sequía que registra su palmarés. La imagen de la reina Isabel II entregando la Copa del Mundo de 1966 al capitán Boby Moore en el palco de Wembley es la foto fija en la que se detuvo la gran historia de la selección inglesa. Y ahí se ha quedado varada tras perder su segunda final consecutiva de una Eurocopa. Ambas con Gareth Southgate al frente. Pero ninguna de sus selecciones había jugado tan mal como esta.

Cuando el colegiado señaló el final, el derrumbe fue generalizado. En la hierba y en las gradas. Las lágrimas de Kyle Walker y de Harry Kane, y las que se apreciaban en las gradas marcaron el final de esta Inglaterra que, ya por juego, no había merecido optar al título en el último partido.

Probablemente, no haya una nación con una legión de seguidores que transmita tanto optimismo antes de que se inicien los partidos. El problema que se han encontrado en esta Eurocopa es que el juego desplegado por su selección no ha concordado ni con su entusiasmo ni con su algarabía. Esta Inglaterra de Gareth Southgate ha sido una selección de patrón y corte italiano. Ha defendido mejor que ha atacado con una nómina de futbolistas excelsos que invitaban a esperar lo contrario. Se metió en la final con la misma secuencia que mostró anoche. Marcadores cortos y goles agónicos en los últimos minutos cuando iba por detrás en el marcador. Desde octavos de final, la selección de Southgate se ha visto obligada a remontar. Eslovaquia, Suiza, Países Bajos y España se pusieron por delante.

Inglaterra jugó un primer tiempo sin asumir riesgos. Jugando a que no sucediera nada. Edificada en la fortaleza física de sus defensores. Walker, Stones, Guéhi y Luke Shaw, más los mediocentros Rice y Mainoo, montaron un muro infranqueable para España durante todo el primer tiempo.

Del conservado plan de Southgate formó parte que Foden se convirtiera en la sombra de Rodri para cortocircuitar el juego de España. Definitivamente, el preparador inglés planteó un partido más para ponerle las bridas a su rival que para tratar de derrotarlo aprovechando el talento del que dispone. En ese paisaje rácano, el propio Foden, Bellingham, Saka y Harry Kane fueron meros peones. Ofensivamente, no existieron en todo el primer tiempo. Inglaterra frenó a España, pero también a ella misma. Solo una volea cazada a vuelapluma por Foden tras una falta lateral obligó a Unai Simón a su primera parada de la noche. Inglaterra ha vivido mucho del balón parado y de los centros al área.

El golpe que recibió con el gol de Nico Williams nada mas comenzar el segundo tiempo volvió a espolearla, como había sucedido en el resto de las eliminatorias. Solo cuando se ha visto con el agua al cuello se ha visto a una Inglaterra decidida a jugar al ataque. Con un punto de desesperación, pero también de ese orgullo que la pizarra de Southgate le ha castrado partido a partido. De repente, los futbolistas que parecían agarrotados y constreñidos por los planes de juego de su técnico comenzaron a volar y a planear sobre el área de Unai Simón. También ganaban los duelos para arrinconar a España.

Fue Cole Palmer, el fino zurdo del Chelsea el que marcó el empate con una rosca rasa y envenenada. Su caso pone de manifiesto uno de los mayores defectos que se le han achacado a Southgate durante todo el torneo. Cada vez que Palmer ha salido, ha logrado cambiar los partidos, La prensa inglesa clamaba para que jugara en vez del agotado Bellingham, pero el preparador inglés no se ha atrevido a dar ese paso.

Hubiera sido injusto que Inglaterra se llevara esta Eurocopa. De haberlo logrado, hubieran proclamado el cacareado Football it’s coming home. Puede que el título hubiera volado a las islas y que con ello hubieran sacado a relucir su orgullo como inventores del juego. Pero lo que no hubiera regresado de la mano de Southgate sería el fútbol. Ese ha viajado a España, que de largo ha sido la selección que mejor lo ha jugado. El gol de Oyarzabal hizo justicia. Lo contrario habría sido premiar a una selección que quiso ganar con el traje de la Italia más austera.

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