El reclamo de corrección crece lento pero seguro


Catalejo

El reclamo de corrección crece lento pero seguro

Aunque aún insuficientes, crecen las exigencias y anhelos para desembocar en la mayor corrección humana posible.

Hacer lo correcto es éticamente esencial, pero al ser voluntario responde al libre albedrío individual de escoger entre el Bien y el Mal. Es una rareza en la política, la economía, y todos los demás campos, en los tiempos actuales. La aplicación irreflexiva y sin límites de cualquier teoría se convierte en una semilla de un árbol con muy rápido crecimiento y por lo general los efectos de no podarlo y darle forma se descubren cuando la solución es muy difícil o imposible. Los límites ayudan a lograr esta corrección, porque irónicamente cuando no existen se vuelven las causas de los abusos de toda clase, muchas veces aberrantes y estos a la vez motivan las reacciones desesperadas, como las escondidas en elecciones de personajes impresentables, nefastos, perversos.

Aunque aún insuficientes, crecen las exigencias y anhelos para desembocar en la mayor corrección humana posible.

La comunicación instantánea actual, entre sus ventajas tiene la de llegar a millones de personas, sobre todo la generación actual comenzada en el tecnológicamente ya histórico inicio de este milenio. La capacidad de pensar, de hacerse preguntas, muchas veces caracterizadas por no tener respuesta o justificación, no ha provocado cambios en el pensamiento de esta generación, pues sus integrantes no tienen el problema de haber recibido explicaciones y de vivir en una realidad sin esos cuestionamientos en la cantidad suficiente. Esto no significa olvidar —ni, menos, rechazar— los avances en el pensamiento humano a través de los siglos o las décadas de los años noventa. El tiempo es hoy de cambios y uno de estos  buscar raíces en las profundas de árboles grandes.

Aterrizando en la realidad actual en todo el mundo, si bien existen y se han multiplicado quienes asumen una actitud a-crítica, a-histórica, a-analítica, y por eso aumentan las filas de los activistas y/o simplistas intelectuales, ya se notan los brotes y el crecimiento tanto acelerado como constante de nuevos árboles de pensamiento.  Esto es fuente de esperanza porque la continuación de aceptar ciegamente actitudes inaceptables está cada vez menos justificada. Aunque la divulgación del pensamiento personal tiene muchas veces la lacra del anonimato o de la cobarde mentira, también se manifiesta con la identificación real de los autores. La generación del milenio, si bien tiene gustos distintos en muchas áreas, sí abraza el rechazo, abierto o no, a esa cobardía.

A consecuencia de esta manera tecnológicamente tan sencilla de divulgar falsedades, el lado oscuro de la comunicación instantánea, la capacidad de análisis comienza a tener frutos. La lucha es difícil de ganar, porque esa misma tecnología permite crear las falsas fuentes de divulgación de mensajes, al ser posible tener miles de supuestos usuarios, los cuales realmente se reducen a una persona con un aparato capaz de multiplicarlos en segundos. En ese sentido, las capacidades de la inteligencia artificial ya han comenzado a mostrar su propio lado oscuro. Ahora, aún un es posible descubrir la falsedad de quienes están “hablando”, pero no será  posible en poco tiempo, me temo.          

La incorrección, el accionar contrario a la ética, no terminará porque ha estado presente a lo largo de la Historia, pero sí es posible descubrirlos con mayor facilidad. Por otro lado, la aceptación de cómo esa tecnología ya ahora mismo tiene la capacidad de destruir al mundo, o de provocar las causas de su destrucción y la de sus habitantes. La aplicación de una democracia centrada en el ser humano, no en versiones aberrantes, es un valladar impasable para el descaro y la desvergüenza de los crecientes regímenes totalitarios, aquellos donde las posiciones ideológicas o políticas pasan a segundo plano. Pensar de esa manera no es utópico, creo, sino indispensable, aunque al iniciar ese camino se llegue a un punto donde la realidad pueda coexistir con los anhelos.



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