Wimbledon 2024: Djokovic avanza y se enzarza con la grada inglesa: “Creedme, no podéis tocarme” | Tenis | Deportes



Ya ha anochecido en Londres y Novak Djokovic toca el violín, clasificado para los cuartos de final (6-3, 6-4 y 6-2 a Holger Rune, en 2h 03m) y cabreado por la musiquilla que ha escuchado durante el partido, esos “Ruuuuuuuune” de la grada de Londres a coro. “A todos los que han elegido faltarme al respeto les deseo una buuuuuuuena noche. Buuuuuuena noche, bueeeeena noche”, repite tres veces. “No, no, no. No lo acepto. Sé que estaban animándole a él, pero al mismo tiempo es una excusa para abuchearme. Llevo más de 20 años en el circuito [desde 2003 exactamente] y, creedme, conozco todos los trucos y sé cómo funcionan las cosas. Está bien, ok, me centro en la gente respetuosa que ha pagado la entrada para venir aquí y que ama el tenis y a los jugadores. Creedme, he jugado en ambientes mucho más hostiles que este. No podéis tocarme”, expresa en caliente el campeón de 24 grandes.

El serbio, de 37 años, tiene motivos más que de sobra para la alegría. Ha batido a Rune en línea recta, figura una vez más entre los ocho mejores del torneo —chocará en un par de días con el australiano Alex de Miñaur— y sigue en disposición de alzar el octavo título en Londres, con el que igualaría el récord de Roger Federer y añadiría un grande más al expediente. La felicidad, sin embargo, es incompleta. Quiere Djokovic que le quieran, habiendo profesado una y otra vez su amor a los cuatro vientos por el torneo que le encandiló cuando era un niño —el embrujo de la hierba y Pete Sampras— y habiendo hecho un esfuerzo más que considerable para poder estar presente estos días; hace un mes pasaba por el quirófano y el proceso de rehabilitación ha sido duro, de modo que no termina de entender esos gritos.

Operado el 5 de junio en París de un desgarro de menisco, Nole ya ha superado cuatro rondas y continúa progresando, rodillera incluida, pero no comprende la actitud del público inglés. Tras anotarse el segundo set, besos a la grada y luego, el reproche en la dedicatoria. En frío, responde en la sala de conferencias. Se explica el serbio, dolido.

“No sé lo que Wimbledon puede hacer al respecto. Quiero decir, la gente paga la entrada y tiene derecho a estar allí y a animar como quiera; ellos eligen cómo se comportan. Sí, quizá el juez de silla o quien sea puede intervenir en ciertos momentos y calmarlos, pero no hay mucho que puedas hacer. No vas a echarlos porque se están portando mal o faltando al respeto. Así son las cosas. Forma parte del deporte”, afirma el balcánico, quien mantiene una extraña relación con la grada inglesa. Heptacampeón del torneo, no le queda más remedio que aceptar la predilección local por el suizo Roger Federer. “Desesperado por ser amado”, la describía en su día el diario The Telegraph.

“Los aficionados son una de las mayores razones por las que estamos aquí, por la que el torneo es tan importante históricamente y por la qué somos reconocidos mundialmente. Pagan las entradas y hacen cola para venir aquí, y yo respeto eso. Los verdaderos aficionados al tenis respetan a los jugadores y, por supuesto, van a apoyar a un jugador o al otro; es totalmente comprensible que tengan la libertad de elegir a quién apoyan, pero si alguien se pasa de la raya, reacciono. Eso es básicamente. Después del partido dije lo que dije…”, zanja el asunto, pensando ya en reponer fuerzas de cara al pulso del miércoles con De Miñaur y también contrariado. La Centre Court suele buscarle las cosquillas y, una vez más, le ha encontrado.

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