La crisis del comercio nos abre ventanas inmediatas



Tiene razón el ministro Manuel Tovar. “La crisis siempre será parte del comercio internacional”, declaró a La Nación, y añadió: “No se trata de elegir” entre el mercado estadounidense o el chino. La crisis que enfrentamos ahora, sin embargo, es de gran calado. Puede llevar a una división profunda entre bloques geoeconómicos que, mediante políticas industriales extremas, subsidios, aranceles, prohibiciones, cuotas y motivos de seguridad o competencia estratégica, erosione las normas clave del comercio global integrado y fluido.

Para Costa Rica, el desafío es claro. Nuestra política comercial y de inversiones ha descansado, precisamente, en el sistema que ahora está en riesgo: normas con aplicación universal y la Organización Mundial del Comercio (OMC) como árbitro supremo. Si se disloca, sufriremos grandes perjuicios a largo plazo, pero en un horizonte más corto la ventana de oportunidad es amplia.

En parte por su eficiencia, escala e innovaciones, pero sobre todo por dictados políticos y grandes subsidios para dominar sectores tecnológicos vitales, China está inundando el mundo con vehículos eléctricos, paneles solares, turbinas eólicas y baterías con buena calidad y bajos precios. A quienes compiten en la misma cancha, les sobran razones para poner barreras a ese dumping virtual. Al resto nos conviene aprovecharlo y comprar barato, sobre todo componentes para la transición energética. ¿Mercantilismo oportunista? Algo hay, pero lo bueno es que ser importadores no crea una relación orgánica profunda.

Esta sí existe, para bien, con Estados Unidos, nuestro principal socio en comercio e inversiones, que ahora ofrece renovadas oportunidades, en particular por dos iniciativas. Una es su apuesta a mayor cercanía (nearshoring) y afinidad (friendshoring) de sus cadenas de suministros; la otra, el estímulo (también subsidiado) a la producción de microprocesadores y tecnologías limpias. En ambas, Costa Rica posee gran potencial.

Vuelvo al ministro Tovar: no se trata de escoger entre China o Estados Unidos, sino de seleccionar aquello de sus políticas que más nos beneficie, pero —añado— sin renunciar a nuestros valores democráticos y la apuesta estructural por un sistema de comercio global basado en reglas. Mientras, crucemos los dedos para que su crisis actual no lo disloque seriamente.

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El autor es periodista y analista.

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