Los derechos humanos y los delincuentes | Cartas al Director | Opinión



Los organismos internacionales rectores y defensores de los derechos humanos han pervertido los fines y objetivos de sus funciones, y uno de los mismos expresan que los derechos humanos son irrenunciables. Por lo contrario se aprecia que desgraciadamente han desaparecido para las víctimas de la población, cuando se realizan asesinatos al azar o para satisfacción sádica de los jefes de bandas criminales o simplemente para que sirva de bautizo y entrenamiento de un futuro sicario adolescente.

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En esta época uno puede optar en el Registro Civil hasta cambiarse de nombre y apellido, esto es, renunciar a lo que ha sido nuestro distintivo personal, por lo que resulta hasta insolente que la víctima se vea obligada a renunciar hasta a su vida propia y que el sicario reciba con honores el poder de continuar haciendo daño a la sociedad.

La visión mezquina de quienes se rasgan las vestiduras defendiendo a los delincuentes muestra una visión incoherente de la realidad, y en ese plan macabro se condena a los hijos de la víctima a que sufran hambre más adelante, a que no puedan estudiar, a que vivan en la indigencia y en la enfermedad.

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Pensar que pueda existir arrepentimiento del victimario también es una visión incoherente de la realidad. Cuando una persona perpetra un asesinato debe de perder automáticamente sus derechos humanos, y más aún considerando que un porcentaje significativo de estos delincuentes tienen el diagnóstico de personalidades psicopáticas y los manuales de psiquiatría indican que los graves defectos de conducta que presentan son incurables a través del tiempo y sus defectos están dados por daños irreversibles en las regiones prefrontales y frontales del cerebro.

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Un psicópata es una persona narcisista que no cultiva una vida emocional saludable como el dolor por el otro (empatía), la lealtad y la amistad. No guarda ningún respeto por las normas sociales, ni el respeto por el otro. Muchos de estos psicópatas han llegado a ser gobernantes y manejan a sus seguidores como si fueran títeres. (O)

Pedro Benjamín Posligua B., médico neuropsiquiatra, Guayaquil

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