Dicen que aquí nadie manda



¿Quién manda en Costa Rica? A juzgar por los dichos… nadie. El gobierno dice que “otros” no lo dejan hacer. A confesión de parte, relevo de pruebas: en la versión 2024, esos otros son la Contraloría, el Congreso y el Poder Judicial. No es, por cierto, el primer gobierno que afirma su minusvalía: hace treinta años, el presidente Figueres decía que el país era ingobernable. Muy bien, tachen al gobierno.

Los empresarios, quienes acumulan el poder económico del país, dicen que no mandan. Más bien, se quejan de que a ellos nos los dejan trabajar y apuntan el dedo acusador hacia los empleados públicos, la burocracia estatal del Estado profundo: “Ellos son los que hacen y deshacen”. Tachen, pues, a los empresarios.

Los empleados públicos dicen que qué va, que ellos son unos mandados. Que si realmente mandaran no estarían con los salarios congelados desde hace años y que sus sindicatos, otrora fieros leones, son hoy tímidos gatitos. Los poderosos, afirman, logran cambiar políticas con una mera llamada telefónica a un ministro. Les devuelven, pues, la bola a los empresarios. O sea, tachen también a los empleados públicos.

La Contraloría y el Poder Judicial afirman que ellos no hacen más que cumplir con lo que la Constitución y la ley los obliga. En un caso, vigilar la legalidad de los actos de la Administración Pública y, en el otro, impartir justicia y tutelar los derechos de las personas. Tachen también, pues, a estos dos.

Nota aparte: eximo a los partidos políticos. Es público y notorio que no mandan, pues para hacerlo se necesita, primero, existir. Y es evidente que tampoco mandan las personas de a pie, las organizaciones de vecinos, los obreros y los trabajadores informales: son los grandes perdedores de una estrategia de desarrollo que modernizó al país, pero ensanchó las desigualdades sociales.

Si hiciéramos caso a estos dichos, este país es un milagro de la naturaleza: funciona solo. Un anticipo del comunismo como lo soñó Marx, ese estado en el que ya no existen las relaciones de poder. Pero digan lo que digan, en Costa Rica hay gente y grupos que mandan. ¿O es que el rumbo del país se fijó solo, por obra y gracia de un aguacero? Otra cosa es que nadie tenga el poder absoluto y que nuestro diseño constitucional obligue a negociar a quienes poseen una cuota de poder, mal que les pese. Sincérense, muchachos, asuman su responsabilidad.

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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.

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